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Los trapos sucios de Transilvania

Francisco Veiga

El autor sostiene que la lucha conjunta de rumanos y magiares de Transilvania para derrocar a Ceaucescu ha dado paso a graves enfrentamientos merced a la insensibilidad de las autoridades locales y la pasividad del Gobierno de Bucarest, lo que propició la resurrección de los viejos fantasmas étnicos.

Desde hacía un par de semanas, la Prensa de Bucarest ofrecía indicios bastante claros de que se estaba rompiendo la luna de miel que rumanos y húngaros habían iniciado el 16 de diciembre pasado, cuando miembros de ambas comunidades lucharon conjuntamente por la liberación del párroco Laszlo Tökes. Alguna pintada en Bucarest le daba las gracias calurosamente por su sacrificio, y él, miembro del FSN, defendió a este partido incluso cuando algunas figuras eminentes comenzaron a abandonarlo. Por otra parte, a lo largo de enero, la televisión rumana dedicaba largos espacios de emisión en húngaro y en las librerías se encontraban obras en esa misma lengua. Incluso en uno de los altares erigidos en las calles de Bucarest a la memoria de los caídos en las luchas de diciembre se podía ver una pequeña cinta con los colores de la bandera magiar.El origen aparente de los conflictos interétnicos en Tirgu Mures ha tenido que ver con la enseñanza. El 15 de enero el Consejo del Frente de Salvación Nacional y el inspector escolar de la provincia de Mures decidieron que dos institutos de enseñanza mixta rumano-magiar se escindieran: cada uno de ellos impartiría las clases sólo en una lengua. Ello implicaba el trasvase apresurado de alumnos de uno a otro centro en mitad del curso, aparte de problemas de capacidad que parece perjudicaban a los rumanos; en cualquier caso, como muchas otras resoluciones que se toman estos días en Rumanía, ésta degeneró rápidamente en un caos, y la polémica subsiguiente fue paralizando la enseñanza en los centros docentes y luego en los de trabajo. Asambleas, manifestaciones y huelgas han venido pudriendo el ambiente junto con las torpezas de las autoridades locales y la irresponsable pasividad del Gobierno. La guinda final, según los rumanos, fue la celebración del día nacional húngaro (15 de marzo) en Tirgu Mures, con la participación de ciudadanos húngaros venidos del otro lado de la frontera, y el letrero aparecido en una farmacia por el que se negaba la venta a rumanos. Sin embargo, toda esta situación ha desembocado con rapidez en una violencia difícil de entender sin tener en cuenta el contexto general.

El reflejo alemán

Es sintomático que la situación de máxima efervescencia se haya producido mientras las elecciones en la República Democrática Alemana muestran a las claras que el camino hacia la reunificación es ya irreversible; lo era antes, pero a veces son necesarias pruebas muy tangibles para despertar del sueño. El resurgimiento de una Alemania poderosa -donde además las derechas parecen estar dominando ampliamente- trae a la cabeza de muchos rumanos recuerdos de pesadilla. En 1940, el III Reich secundó a Hungría en sus reclamaciones sobre Transilvania, y, por el Diktat de Viena, Rumanía se vio obligada a ceder el norte de esta región, donde precisamente se encuentra Tirgu Mures. Además, el proceso de reunificación alemana se está haciendo sin que el resto del mundo haga nada real por controlarlo, y es comprensible que ello revivifique recuerdos de hace medio siglo. También en ese sentido la polémica sobre las fronteras orientales de la futura nueva Alemania ha afectado a los rumanos, además de a los polacos. Por si fuera poco, la secesión de Lituania, sin provocar -durante esos días previos a la tormenta- una respuesta violenta por parte de la URSS, ha contribuido en no menor medida a esa alarma: de repente, las fronteras este-europeas están deveniendo elásticas. Y en medio de todo ello, Rumania se encuentra dentro de sus fronteras con una de las minorías étnicas más importantes de toda la Europa oriental (1,7 millones de húngaros). Queda por apuntar que, en vistas de la desconcertante campaña electoral de la vecina Hungría, algunos partidos de ese país han agitado las pasiones nacionalistas incluyendo a Transilvania en sus esfuerzos por despertar a los abúlicos electores.

La integridad rumana

Éste es el tipo de campos de fuerza combinados que provocan los cortocircuitos del nacionalismo este-europeo. ¿Quién defenderá la integridad territorial rumana en estos momentos de desorden, de impotencia, con un Ejército anticuado, con una economía en ruinas, con un Estado sin peso o iniciativa internacional, sin el padrinazgo claro de alguna potencia? Una pregunta alarmista que muchos se habrán hecho a lo largo de estos días, y la respuesta ha estado en la aplicación del modelo Milosevic.

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Una mezcla de miedo y odio que ya en 1922 provocó disturbios antisemitas en Transilvania (Cluj) y Bucarest, cuando estudiantes nacionalistas rumanos pidieron la aplicación del numerus clausus en las aulas para los judíos, una minoría étnica que había crecido con la anexión de nuevas regiones por el Estado rumano tras la I Guerra Mundial. Por entonces, tales desórdenes, que se prolongaron durante meses, dieron lugar a la aparición de un potente movimiento de ultraderecha (la Liga para la Defensa Nacionalcristiana); esperemos que no sea ése el caso de la actual Vatra României (Hogar Rumano), que se fundó el pasado 25 de diciembre para agrupar a los rumanos de Transilvania, y que el 7 de marzo aún se presentaba en Romania Libera como un grupo moderado que luchaba para la integración de rumanos y magiares en una patria común. Como hace casi 70 años, la actitud del Gobierno (hoy del FSN, entonces del Partido Nacional Liberal) es bastante equívoca, y, en conjunto, los enfrentamientos interétnicos son un síntoma más de la charca en la que está chapoteando la política rumana. Ni la orientación, ni las intenciones a medio plazo del Frente de Salvación Nacional están claras; por lo demás, a nivel local y en el campo de batalla de la Prensa se entrecruzan las zancadillas y acusaciones, y los medios progurbernamentales tienden a exhumar con cierta facilidad el fantasma del fascismo. Aunque aún no se ha dicho de manera clara, abundan las indirectas -algunas gritadas en la calle durante las manifestaciones de enero- en el sentido de que la democracia parlamentaria y el multipartidismo pueden significar el floree miento del fascismo (como en los años treinta), de que los políticos venidos del exilio han traído con ellos tal semilla e incluso que el anticomunismo se está confundiendo con el antisemitismo.

Fantasmas redivivos

Todos estos golpes bajos y fantasmas redivivos tienen tanto más eco cuanto que en Rumania la violenta transición política de las pasadas navidades -con un número de muertos que quizá no llegue ni al medio millar en todo el país- no ha sido suficiente para barrer las estructuras político-administrativas del anterior régimen pero sí que ha bastado para conmocionar y desestabilizar profundamente a toda la comunidad rumana, emponzoñando las posibilidades de diálogo social y político. Una vez ha corrido la sangre, la tentación del recurso a la violencia como solución rápida a muchos problemas es el producto de muchos años de cruenta represión bajo el régimen anterior.

De todas formas, el problema de las luchas interétnicas en Europa oriental es muy difícilmente reductible a un esquema maniqueo. Los verdugos de hoy -caso de que los haya- son las víctimas del ayer, y viceversa; siempre se encuentran trapos sucios para unos y otros. Los húngaros tienen también puntos negros en su historia reciente y una cierta tendencia a agitar a sus hermanos en los países vecinos. Y la celebración del 15 de marzo pasado en Transilvania fue una torpeza bastante provocativa, pues esa fecha conmemora la revolución magiar de 1848. Los que conozcan sin falsas leyendas la historia de tal evento saben que la secesión de la Gran Hungría del imperio de los Habsburgo -paradojas del naciente nacionalismo- se hizo en detrimento de la representatividad de sus entonces minorías nacionales: los germanos y los rumanos de Transilvania. Por todo ello, la única salida es olvidarse en la medida de lo posible de las mutuas glorias históricas y recurrir al diálogo, so pena de que en comparación el conflicto de Kosovo se quede pequeño.

es profesor de Historia Contemporánea en la universidad Autónoma de Barcelona.

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