Droga y asesinato redentor
Esta señora fue prostituta en un burdel de la calle de Hortaleza y, con su útil oficio, casó, tuvo un hijo y se enriqueció. Fue a terminar en escritora chismosa -redacta sus memorias- en un chalé aislado, donde vive con su criada-amiga, sacada también del prostíbulo, y recibe las asiduas visitas de un íntimo, que es médico. Todo va por lo mejor en el mejor de los mundos posibles, que diría Pangloss, cuando aparece la encantadora nieta, con algunas tribulaciones y en solicitud de dinero. Todo se descubre pronto: es heroinómana. La abuela abandona todo y se lanza a la rehabilitación, a la salvación, ayudada por el médico. Todo inútil. Aparece el amiguete de la nieta, la da una jeringuilla y todo vuelve a comenzar. Lo de siempre. Pero la abuela reacciona con fuerza: le pega un tiro y la mata. La única redención. La prefiere muerta. Toda esta historia suena a déjà vu, pero no podría precisar de qué. La tesis es, naturalmente, mucho más que discutible, incluso condenable, pero sin duda es la del autor. La aplicación del título a este final supone que la víctima agradece a su abuela que le haya proporcionado este terrible desenlace, con lo que se amartilla la tesis. Éste no hurta los ramalazos de violencia en escena; el mono, las escenas de recuperación, la tentación, la recaída y la muerte.Sin embargo, nada va más allá de lo tópico, y, de la forma literaria y teatral de una plaga mucho más rica, en la vida, de situaciones y de emociones. La dureza de algunas escenas es siempre espectáculo y se nota. A pesar de que está hecha con realismo o, más aún, con naturalismo.
Gracias, abuela
De Sebastián Junyent. Intérpretes: Julia Martínez, Carmen Rossi, Teófilo Calle, Emma Suárez, Valentín Hidalgo. Escenografía: Zaris. Vestuario: Pedro Moreno. Dirección: Eduardo Fuentes. Teatro Príncipe Gran Vía, 29 de marzo.
Buenos actores
Los actores son muy buenos en este género: lo es Julita Martínez y lo es también Carmen Rossi, la criada-amiga-compañera. Emma Suárez es mona, triste y desgraciada, como debe ser. Valentín Hidalgo tiene dos breves comparecencias adecuadas. Y Teófilo Calle, como se sabe, es el compendio de este naturalismo: su tipo es episódico, de explicador y receptor de confidencias, de consejero. Lo lleva un poco más allá.Se sabe también que Sebastián Junyent tiene maestría en el teatro de lo cotidiano, y este asunto melodramático puede ser cotidiano para mucha gente; lleva los diálogos con soltura y prontitud, se alarga un poco con los antecedentes y las explícaciones: los momentos estelares de la obra son dos, y lo demás hay que rellenarlo, o cumplimentarlo, aunque sea jugando con la descripción de tipos y reiterando las justificaciones. Para que se llene el tiempo.
No había mucho público el jueves por la tarde -no se ha extendido aún el boca a boca, que se dice (debía decirse boca a oreja, oreja a boca), y lo irá ganando; aplaudió este público, un poco acongojado por el drama y por su dureza.
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