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Dimite el partidario de Inglaterra, partidario de la unión con los católicos

Robert Runcie, primado de la Iglesia de Inglaterra y uno de los adalides del acercamiento al catolicismo, anunció ayer su dimisión. El arzobispo de Canterbury aprovechó el décimo aniversario de su acceso a la primacía anglicana para comunicar su retirada de la primera línea del apostolado, en la confianza de dar al Gobierno tiempo suficiente para elegir a un sucesor capaz de encauzar la actividad de la Iglesia de Inglaterra a partir del próximo año.

La sustitución del arzobispo de Canterbury va a mostrar de nuevo, en un momento dificil, las profundas diferencias existentes en el seno de la Iglesia oficial británica. Runcie abandonará el palacio londinese de Lambeth el 31 enero de 1991, ocho meses antes de su jubilación forzosa a los 70 años, que cumple en octubre de ese año. "Creo que el principio de 1991 es el momento adecuado para entregar a otro el arzobispado de Canterbury", manifestó ayer el prelado en una declaración escrita. "La primera mitad del próximo año será época de muchas iniciativas para la Iglesia de Inglaterra y el resto de las Iglesias de las islas Británicas", y conviene que el sucesor pilote la transición desde el primer momento.El primado dimisionario ha estado al frente de una Iglesia conflictiva y en aparente estado de desintegración casi desde el comienzo del Gobierno de Margaret Thatcher. Runcie, un arzobispo tibiamente liberal, ha tenido durante estos años duros encontronazos con la primera ministra, ya fuera con ocasión de su oración por todos los caídos en la guerra de las Malvinas, o cuando pareció apoyar a los mineros en su huelga de 1984-1985, o cuando aprobó el documento Fe en la ciudad, crítico con la política social del Gobierno y en el que los conservadores vieron el fantasma del marxismo. El año pasado Runcie criticó el fariseísmo inducido en la sociedad británica por los principios del thatcherismo.

Sacerdocio, femenino

La Iglesia de Inglaterra atraviesa una profunda crisis de identidad y a Runcie le ha tocado presidir este periodo de incertidumbre. El arzobispo de Canterbury ha logrado evitar la escisión eclesiástica con motivo del debate sobre el acceso de la mujer al sacerdocio, pero este punto ha acentuado la laxitud de la siempre precaria disciplina del anglicanismo.

Precisamente esta cuestión es la que se ha erigido como uno de los principales problemas para el acercamiento entre Roma y Canterbury, que Runcie siempre ha defendido, hasta el punto de hacer posible la histórica visita del papa Juan Pablo II al Reino Unido.

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