El antiguo histrionismo
Tito Andrónico, del joven Shakespeare, tiene ahora una atracción especial para los directores: en los últimos años se han visto en Madrid cuatro versiones. Será por la posibilidad de entendérselas con una tragedia a sangre y gritos, en la que suceden todas las atrocidades incesantemente como contraste con el teatro a media voz, que es el dominante. Por sociología, no se ven razones: hay países donde pasan todavía estas cosas -una Edad Media cruda-, pero están lejos de nuestros ámbitos, donde la lucha por el poder es más silenciosa, e incluso más sórdida. Hay que pensar más en que se trata de ocasiones de lucimiento de directores, actores, actrices.Peter Stein, con el Teatro Stabili di Genova, agarra la tragedia sin ningún escrúpulo: desde que comienza, los alaridos, la luz cegadora, los portazos para los que está hecho el decorado y la sangre que pide el texto se echa encima de los espectadores. Shakespeare situó en la antigua Roma esta catástrofe, como algunas otras de sus obras, para dar paso libre a sucesos y lamentos que en su país estaban más moderados; a Peter Stein, alemán, puede haberle sucedido lo mismo, y maneja la compañía italiana como a histriones. Allá están, a grito vivo, Raf Vallone y Eros Pagni: en ese género, con esas voces y esos ademanes, dan lo que se quiera de ellos. Y todos los demás; Maddalena Crippa, en la reina de los godos -la mujer fatal- y Paolo Grazioso, el negro poderoso, enamorado e intrigante. La tragedia toma su vuelo original.
Tito Andrónico
De William Shakespeare. Versión italiana de Agostino Lombardo. Intérpretes: Eros Pagni, Raf Vallone, Maddalena Crippa, Paolo Graziosi y miembros de la Compañía de Teatro Stabili di Genova. Escenografía y vestuario de Maidele Bickel. Dirección: Peter Stein. X Festival Internacional de Teatro de Madrid. Español, 22 de marzo.
Humor negro
La inquietud que se produce al principio es la de saber cómo van a aguantar, ellos y nosotros, las tres horas y 45 minutos amenazadores. En primer lugar, no es tanto tiempo: algo se ha cortado en el camino, casi una hora. En segundo lugar, después del descanso la tragedia se dulcifica y se hace más sardónica. Shakespeare es mucho más feliz en el humor negro que la tragedia abierta; y Peter Stein no desaprovecha esta ocasión. Siguen ocurriendo los desastres, pero todos lo llevan mejor: las manos amputadas cicatrizan fácilmente y sin quejas, y el ánimo de la venganza próxima les mantiene a todos sonrientes. Hay bromas de Stein en cuanto a vestuario y situaciones, y en el más alto nivel del horror el público puede reírse francamente. Hasta en el banquete final, con su pastel de carne de hijos, y Tito Andrónico vestido de cocinero, y las muertes sucesivas, hasta que apunta el comienzo de un final feliz, de la reconciliación.Los trajes son híbridos, poco afectos al tiempo: los rebeldes son, al final, guerrilleros de guerra civil, y la cautiva y luego emperatriz se viste de mujer fatal de los años veinte. El decorado es gigantesco, frío, monumental e inútil. Se mueve en varios sentidos, se abre y se cierra como para indicar distintos lugares: como Shakespeare acude siempre al decorado verbal , estos movimientos de masas construidas no importan demasiado. Son, simplemente, feas.
El público aplaudió las glorias: Shakespeare, Stein, el histrionismo italiano, el conjunto de una compañía estable. Y todo terminó en gran éxito.
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