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Simón Peres, autorizado por su partido para romper el Gobierno de coalición

El Partido Laborista israelí autorizó ayer a sus dirigentes para que abandonen la coalición gubernamental, debido al continuo fracaso de ésta para entablar negociaciones de paz con los palestinos. Sin embargo, la decisión de Estados Unidos de seguir apoyando al Gobierno de coalición debilita las posibilidades de los laboristas para abandonarlo

En una votación emitida por la televisión israelí, los 1.300 miembros del Comité Central del Partido Laborista apoyaron por abrumadora mayoría una propuesta que daba luz verde a Peres y a otros líderes del partido para tomar las medidas que consideren necesarias para avanzar en el camino hacia la consecución de la paz en Israel.El Gobierno estadounidense optó por defender la coalición israelí, a pesar de que han sido las reticencias del primer ministro Isaac Shamir y de los conservadores de su partido a aceptar el plan de paz del secretario de Estado norteamericano, James Baker, las que han originado la crisis actual, porque Washington es favorable a que sea un Gobierno con una amplio respaldo parlamentario el que entable las conversaciones con los palestinos.

La propuesta adoptada por el comité central deja abiertas las puertas para que los 130 miembros de la ejecutiva laborista, 39 de los cuales están en el Parlamento, pongan fin al Gobierno de coalición antes de que el jueves próximo se enfrente a las ocho mociones de censura que tiene planteadas. La propuesta permite también la búsqueda de un nuevo compromiso entre los laboristas y el Likud, que logre mantener al Gobierno sin comprometer el proceso de paz.

El ministro para asuntos religiosos, Z. Hammer, se dedica actualmente a buscar ese compromiso. Hammer ha pasado los últimos días en un continuo ir y venir entre los dirigentes laboristas y los del Likud.

Unidad del Likud

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A pesar de ello, la mayoría de los observadores políticos de Jerusalén dudan de que la empresa de Hammer tenga éxito. Los laboristas, incluido el ministro de Defensa, Isaac Rabin, no renunciarán a una respuesta positiva al Plan Baker, que debe desbrozar el camino que lleva al diálogo israelo-palestino de El Cairo. Además, el Likud de Shamir puede hacer muchas concesiones a los laboristas, salvo decir sí a Baker, aunque ello les cueste la disolución del Gobierno de unión nacional. La razón es simple: el primer ministro parece haber hecho ya su elección. Evaluadas todas las posibilidades, Shamir prefiere salvaguardar la unidad del Likud (bajo su dirección) al proceso de paz, es decir, al sí a Baker. El primer ministro llegó a esa conclusión después de comprender que el diálogo israelo-palestino era absolutamente rechazado, no solamente dentro del campo de los extremismas Sharon-Levy-Modayi, sino también dentro de su propio campo.

Es cierto que Isaac Shamir había pensado en un primer momento responder positivamente a la fórmula sugerida por Baker para la creación de una delegación palestina. El primer ministro esperaba ganar a la vez tiempo y puntos ante la Administración de Bush y ante el Congreso estadounidense. Su cálculo se basaba en que siempre era posible retirarse de las conversaciones en El Cairo, si -como podía esperarse- la delegación palestina estaba demasiado ligada a la obediencia a la Organización para la Liberación de Palestina. Consideraba que la ruptura en El Cairo haría menos mal frente a la opinión pública norteamericana que decir no a Baker. Sin embargo, la revuelta en su propio campo ha llevado a Shamir a cambiar de hombro el fusil. Aceptar la fórmula de Baker y ser aplaudido en Estados Unidos no pesaba tanto como arriesgarse a perder la dirección del Likud y la amenaza de escisión.

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