Aranguren: "Ahora vivimos entre el desencanto y la desmoralización
El profesor José Luis L. Aranguren (Ávila, 1909) abrió ayer, en la Fundación March, de Madrid, un ciclo de conferencias sobre La moral española en la democracia actual, que trendrá continuidad los próximos días 8, 13 y 16 del presente mes. Aranguren comenzó diciendo que así como su obra Moral y sociedad fue una introducción a la moral social del siglo XIX, estas conferencias podrían ser una introducción a la moral social del siglo XX, obra que "quizás no escribiré nunca".Sobre la actualidad, que en principio no formaba parte de esta conferencia inicial, Aranguren afirmó que el pulso moral de la sociedad oscilaba "entre el desencanto y la desmoralización", lo que hace necesario, en su opinión, "reavivar el intelectual colectivo para, en el sentido deportivo, levantar la moral del pueblo español". Sobre la autodeterminación política, asunto suscitado por su auditorio a raíz de sus comentarios sobre la Constitución, Aranguren precisó que "los tiempos del Estado nación parecen haber pasado. Se debería de reivindicar la autonomía de naciones sin Estado. La federación o la confederación sustituirán al Estado nacional. Mucho más en la corriente de la unidad de Europa
Urbanidad moral
Tras realizar una distinción semántica entre ética y moral y reclamar para sí el derecho a utilizar estos términos de forma que en ocasiones pudieran parecer sinónimos, Aranguren concluyó que en la actualidad 1a palabra ética se ha hecho mucho más usual, en tanto que sinónimo de moral pública o ética civil, lo que equivale a la valoración moral del comportamiento ante los demás". Lo que le sirvió para afirmar que "sería de desear un mayor grado de urbanidad moral, a fin de mejorar la convivencia", puesto que "vivimos una etapa de pluralismo moral", que hace necesaria "una ética para lo público".
Entró Aranguren seguidamente en el análisis de los comportamientos morales en la etapa de la transición, "la que abarca desde el primer Gobierno de la monarquía hasta la llegada de los socialistas al poder". En su opinión, en aquel momento histórico se contraponían dos sentimientos éticos, "la ética de la continuidad, apoyada en la legitimidad de la victoria por las armas, y la ética de la ruptura, que aspiraba, apoyada en todos los movimientos contraculturales, y no sólo marxistas, a un nuevo escenario, a una nueva convivencia".
Aquella contraposición se resolvió con la aparición de la ética del consenso, "consenso que se plasmó en la Constitución", texto que, en opinión de Aranguren, estuvo, como todos los textos legales, inspirada "por la fe en lo escrito" y que se atenía al principio general de "no decir demasiado, pero no decir demasiado poco", a la espera de hacerla "válida en su realización social". Cosa que ocurrió "a partir del golpe de Estado del 23 de febrero, que la dotó de aunténtico vigor social".
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