Un funcionario cobró 5,5 millones en devoluciones de contribuyentes difuntos

Un funcionario de la Hacienda Foral navarra se apropió de un ¡total de 5,5 millones de pesetas cobrando declaraciones falsas de la renta de 28 ciudadanos ya fallecidos. El funcionario Néstor José Sabalza Anadón, auxiliar administrativo y experto en informática, confesó los hechos a su jefe del Servicio de Gestión Tributaria cuando el dispositivo montado para descubrir al autor de las irregularidades se estrechaba en torno a su persona, según publicó ayer el rotativo Diario de Navarra.

El fraude incluía una cuenta corriente abierta en la Caja de Ahorros de Navarra (CAN) con un nombre falso, en la que se abonaban las cantidades a (devolver de las declaraciones de la renta que el funcionario introducía previamente en los sistemas informáticos del Ministerio de Hacienda en los que él trabajaba.La Administración descubrió que existía alguna irregularidad cuando un ciudadano se personó para reclamar una devolución a la que tenía derecho. Se comprobó entonces que la devolución se había realizado, pero a otra cuenta y por otro importe. El ciudadano que reclamaba era pariente de una persona fallecida durante 1989, y exigía el dinero a devolver, ya que la declaración del fallecido correspondía a sus ingresos de 1988.

Tras investigar el caso, se constató que en la cuenta de la CAN se habían ingresado otras 27 declaraciones de renta de personas ya fallecidas, manipuladas y con una media de devolución de 200.000 pesetas.

La cuenta había sido abierta en septiembre de 1989 con un DNI robado o encontrado y manipulado posteriormente y disponía además de su propia tarjeta magnética para retirar fondos. Se pudo averiguar también que Néstor José Sabalza había extraído ya unos 4,9 millones de pesetas en diversos cajeros automáticos y que en la cuenta falsa quedaban únicamente 600.000 pesetas.

Alertada la Policía, se montó un dispositivo para bloquear la tarjeta y detener al responsable. A pesar de que éste sospechó el hecho y no fue a recoger la misma, tragada en un cajero automático, acabó confesando la autoría.