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LA oposición forma parte del nuevo Gobierno uruguayo

Luis Alberto Lacalle, ahogado, de 48 años, tomó posesión ayer de la presidencia de Uruguay, convirtiéndose así en el primer presidente del Partido Nacional (Blanco) en este siglo. A su toma de posesión asistieron los presidentes Carlos Menem, de Argentina; José Sarney, de Brasil; Virgilio Barco, de Colombia; Jaime Paz, de Bolivia; Andrés Rodríguez, de Paraguay; el presidente electo de Chile, Patricio Aylwin, y el vicepresidente español, Alfonso Guerra.

Ante la Asamblea General de las dos Cámaras legislativas, Lacalle pronunció un discurso lleno de frases tan floridas como huecas, en el que destacó la coincidencia conseguida entre blancos y colorados, que "respaldará un plan legislativo innovador, moderno, transformador". Su Gobierno estará compuesto por ocho ministros de su formación y cuatro de los colorados. Consagró Lacalle el diálogo con todas las fuerzas políticas, y subrayó la "patriótica disposición a la colaboración" de los grupos de izquierda Nuevo Espacio -socialdemócrata- y la coalición izquierdista Frente Amplio, que no participan del pacto de coincidencia.

Como rasgo más concreto de su alocución queda la prioridad que dio Lacalle a la reforma educativa y al compromiso de su Gobierno con una doble acción: "Disminuir significativamente el gasto público y combatir la evasión fiscal en todos sus aspectos, especialmente el del contrabando, que empobrece al fisco y quita oportunidades de trabajo a los habitantes del país". También se refirió de que "verdadero espíritu empresarial" contará con el respaldo gubernamental.

También tocó Lacalle el problema del sistema de seguridad social y anunció para más adelante en la legislatura "el inicio de un gran debate nacional sobre el destino último de un sistema que, tal cual está hoy organizado, no ofrece un futuro seguro a los habitantes del país". La transmisión del mando en Uruguay del colorado Julio María Sanguinetti representa la culminación del proceso de transición democrática en Uruguay tras los años de la dictadura militar que concluyó en 1985. En un mensaje de despedida al país la noche del miércoles, Sanguinetti hizo un balance muy favorable de su gestión de gobierno, sin el menor asomo de autocrítica.

"Mi mayor ambición"

Dijo Sanguinetti: "El 1 de marzo de 1985, hace cinco años, dije al Parlamento que mi mayor ambición era entregar la banda a otro presidente electo por el pueblo. Mañana lo haré y les digo, muy especialmente a los jóvenes, que vivan la emoción de ese tránsito en paz, tan distinto a la sangre que han tenido que regar los jóvenes de la Europa del Este para salir de las dictaduras marxista-leninistas, o los jóvenes de América Latina para rescatar sus libertades de los autoritarismos reaccionarios".

Destaca Sanguinetti en su balance: "Hemos hecho todo el bien que pudimos, nunca procuramos el mal de nadie, aunque podamos habernos equivocado muchas veces, pero sobre todo hemos evitado muchos males". Con autocomplacencia asegura Sanguinetti que "el país no es ya el de 1985", y enumera que "Uruguay tiene prestigio y respeto en el exterior, [ ... 1 ha superado cuatro años seguidos su récord de exportación [ ... ] y en este Uruguay hay más trabajo y mejores salarios".

Omitió Sanguinetti en su discurso de despedida mencionar que la inflación actual de Uruguay está al borde de las tres cifras y no le falta mucho para llegar al 100% anual. Este porcentaje sería un sueño para los dos gigantes que rodean a Uruguay.

El nuevo Gobierno pretende reducir a un 50% la inflación para este año. El semanario Búsqueda anuncia esta semana que la Administración de Lacalle piensa suscribir en la segunda quincena de este mes una carta de intenciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para trazar las líneas de un programa de ajuste económico.

Según los detalles revelados por Búsqueda, el programa se propone para este año "reducir el déficit fiscal al 2,5% del Producto Interior Bruto (PIB) y abatir la tasa inflacionaria al nivel del 50%" a costa de aumentar la presión impositiva.

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