Perdón para el pecador
La historia se repite en Japón. El electorado tiene un curioso sentido de perdonar a aquellos políticos que se ven envueltos de alguna manera en casos de corrupción. Sucedió hace seis años con Kakuei Tanaka, a quien el electorado no retiró el apoyo pese a haber sido condenado por la justicia meses antes por su responsabilidad en los soborno de la compañía aeronática norteamericana Lockheed. Volvió a ocurrir ayer con Yasuhiro Nakasone y toda la plana mayor del partido liberal, implicados en el famoso caso Recruit.
El ex primer ministro, durante cuyo mandato entre 1982 y 1987 se fraguó el famoso escándalo de compra-venta de acciones, conservó el escaño que tenía en su prefectura natal de Gurima, en el centro del país. Rodeado de emocionados seguidores, Nakasone dijo que se sentía "purificado" con la victoria y que el voto de los electores pone fin a las sospechas sobre su honradez. El veterano político, de 71 años, abandonó temporalmente el partido en mayo pasado a raíz del escándalo y se presentó a estas elecciones como independiente. Nakasone consiguió, con 86.552 votos, el tercero de los cuatro escaños de su distrito. Delante de él aparece el hijo de su viejo rival, Takeo Fukuda, que se ha retirado de la política, y el número dos socialista, Tsuruo Yamaguchi. Detrás, otro político liberal, lo cual impidió la entrada en el Parlamento de un destacado líder sindical que hizo campaña contra Nakasone.
Todos los demás dirigentes del partido gobernante, que decidieron, tras el escándalo de la Recruit, quedarse en la sombra a la espera de tiempos mejores, obtuvieron también la redención. Algunos con éxito, como el ex primer ministro Noboru Takeshita o el ex secretario Shintaro Abe; otros, como el ex ministro de Finanzas Kiichi Miyazawa, de forma más modesta.
Igualmente fue reelegido Sosuke Uno, el jefe de gobierno más breve que ha tenido hasta la fecha Japón (apenas dos meses), que dimitió en julio de 1989. En cambio, el ex viceministro de Educación Kunio Takaishi fue derrotado en Fukuoka.
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