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Crítica:TEATRO /'EL BÚFALO AMERICANO'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un toque de risa y misericordia

Hay ahora muchas obras de decepción: un proyecto, una ilusión, un acto que no llegan nunca a cumplirse. El plan de los tres ladrones de American buffalo es el de robar una colección de valiosas monedas (una de ellas, un nickel antiguo con el troquel de un búfalo). Tres tipos del hampa neoyorquina, de los bajos fondos: el perista envejecido y su amigo, Bob, adicto a la droga, tierno, jovencito, y el rudo Teach, el duro, el del lenguaje insistentemente violento, sin maneras, capaz de pegar, armado, lleno de odios.La comedia se basa en sus relaciones ante el robo inminente que van a cometer; un preludio que les lleva a la tensión de la cual brotan desconfianzas mutuas y recelos, alternativas del mismo miedo (es también una comedia del estrés). El humor de las situaciones o el choque hilarante del lenguaje se mezclan con la angustia humana, y los espectadores confunden su risa con la piedad: secretos de un género que sólo se producen cuando está -como en este caso- bien hecho. Bien hecho por un autor que probablemente es el mejor de los nuevos en Estados Unidos (éste es el primero, de 1975; saltó a Broadway en 1977, y de ahí arrancaron sus éxitos, sus premios, su ensalzamiento). Llegan los tres personajes a un clímax de pelea, de alta violencia; tras él, el abandono definitivo del proyecto y el renacimiento patético de la amistad. Todo viene precedido de Miller o de Hemingway, de toda la amplia literatura negra de los perdedores. Encaja con Harold Pinter y, si se quiere buscar mucho más allá de la acción, con Beckett. Se suele decir que Mamet tiene un toque europeo, pero este envés de la sociedad triunfante, estos residuos del capitalismo -los residuos van siendo mayores que los triunfos- está tratado a la americana.

El búfalo americano

De David Marnet (1975). Versión de Fermín Cabal. Intérpretes: Mario Pardo, Santiago Ramos, Jorge Roelas. Escenografía: J. Luis Raymond. Vestuario: Eulalia Ramón. Dirección: Fermín Cabal. Teatro Alfil, 15 de febrero.

Llega a España con 17 años de retraso; también ha llegado aquí con retraso esta expresión de fracaso, del mundo de los débiles que no se van a incorporar, que sienten el sueño de una sociedad de libre concurrencia, pero que se despiertan continuamente de él para encontrarse en el margen perdido.

Verismo

La obra llega bien. El bajo dialecto neoyorquino encuentra una equivalencia valiosa en la traducción de Fermín Cabal, quien suma para ello una larga estancia en Nueva York y una calidad extraordinaria de autor de teatro y de cine. Su dirección se centra en los actores y en la medida de la acción y la violencia, que a veces parecen irse del control de los actores: es un efecto teatral. El verismo es minucioso, los detalles de escena están cuidados hasta que el descuido parezca normal.Aunque el autor es minucioso con la descripción de los tres caracteres y con el tono de diálogo y de acción de cada uno de ellos, hay uno que lleva el peso, que habla incesantemente y se mueve y se desborda: es el que en Broadway hizo Al Pacino y aquí, muy felizmente, Santiago Ramos. El débil, el protegido, es también una creación de Jorge Roelas. Mario Pardo, en el chamarilero envejecido, parece destinado a servir los antecedentes, a ligar la acción y a dar sus ocasiones a los otros dos intérpretes.

Es una obra viva. Se puede reír con ella y llevarse después a casa el malestar de la civilización actual, el envés de lo brillante y llamativo que nos llega por otros medios. Una misión que todavía le puede quedar al teatro si es capaz de conservar su propia naturaleza frente a los otros medios de narración dramática. El público que atestó el teatro Alfil dio abundantes pruebas de recepción y aplaudió al final.

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