Les Luthiers y la plusmarca mundial

El problema de poner el listón muy alto de repente es que después ya se pueden dar elásticos saltos y componer meritorias piruetas que habrá gente que no perdone que se caiga la barra. Principalmente, los jueces de pista. Esto les pasa a Les Luthiers por haber comenzado sus apariciones en Madrid, hace años, con una plusmarca mundial. Ahora no han batido su propio récord.Pero lo que nos hemos reído.Los jueces de pista acudieron el viernes al estreno de este grupo argentino de humor y música. Los estrenos reúnen a mucha gente invitada, a personas que acuden obligadas por cuestiones de trabajo y a eluda danos ocupados que aprovechan este tipo de actos para saludar a los amigos. Es decir, se trata de un público más frío que el habitual de los siguientes días de actuación; son los jueces de pista, que aplican sus aplausos cronómetro en mano.

Pérdida de brillantez

Quien acuda así, con espíritu de análisis y crítica, se divertirá, como ocurrió el viernes. Pero va a comprobar que el espectáculo de Les Luthiers ha perdido brillantez y originalidad. En realidad, no deja de ser lógico pues todo artista tiene cierta obligación de repetirse a sí mismo, porque el público espera reencontrarse con aquello que le gustó de la última actuación.Los números que presenta el grupo argentino son ahora menos musicales que en anteriores ocasiones, y predominan los textos. (Tal vez haya influido en esto la salida de Ernesto Acher arquitecto, compositor, clarinetista, que prefirió hace tres años dedicarse a la música seria). Es en esa pérdida de basamento musical donde la originalidad de Les Luthiers se resiente más, puesto que ellos habían logrado una combinación única en el espectáculo: la buena música de humor; con textos y partitura de calidad, con depuradas técnicas instrumental y vocal. El reir de los cantares, el montaje estrenado el viernes en Madrid, tiene más de reir a secas que de cantares. Por más que el reir a secas tenga mucha gracia.

El nuevo espectáculo recibiría elogios unánimes si fuera el primero. O al menos el primero que presentaran en España. Pero no lo es, y resulta fácil añorar, por ejemplo, el montaje que ofrecieron en 1981 (Luthierías), o el de 1983 (Mastropiero que nunca). Hay que agradecerles, eso sí, que resistan la tentación y no caigan en el recurso fácil de repetir montajes antiguos. En este programa sólo recuperan El poeta y el eco, una escena genial que pertenece a Luthierías, pero retocada ahora notablemente.

Para incondicionales

Cumplido con éxito el trámite de los jueces implacables, el público en general que acuda en los días sucesivos con ánimo de divertirse, después de haber esperado alguna hora en la cola de la venta anticipada, no tiene por qué temer. Les Luthiers no van a defraudarles. Simplemente, les sorprenderán un poco menos; pero les sorprenderán y les harán reir. Los incondicionales de Les Luthiers pueden seguir contentos. Los amigos novatos a quienes hayan arrastrado esta vez al teatro se lo van a agradecer. Van a carcajearse, a admirarles, a moverse con su música a ritmo de jazz o a gozar con su depurada conjunción de voces al estilo coral. Dominan todos los géneros musicales, conocen el ritmo de la risa, administran sabiamente el ingenio, y parecen buena gente. Los jueces de pista no debieran quejarse mucho. El listón no ha sido superado pero el espectáculo es magnífico. No todos los días se logra el récord mundial.