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UNA NUEVA EUROPA

Gorbachov prepara un régimen presidencialista en la Unión Soviética

Boris Topornin, director del Instituto de Estado y Derecho, explica el proyecto reformista

Pilar Bonet

La primera reforma del sistema político emprendida por Mijail Gorbachov, que ponía el acento en el Parlamento, se ha agotado antes de cumplir el año. La segunda, que encamina al país hacia un régimen presidenclalista, está a punto para ser presentada al próximo Congreso de los Diputados Populares de la URSS. Así lo ha manifestado, en una entrevista con EL PAÍS, Boris Topornin, el director del Instituto de Estado y Derecho de la URSS, uno de los redactores del proyecto para convertir a la URSS en un régimen presidencialista. Tal idea, aprobada en el reciente pleno del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), se presentará al próximo Congreso de los Diputados Populares.

A pesar de las apariencias, Mijail Gorbachov, en tanto que presidente del Soviet Supremo de la URSS, tiene poco poder y está atado por el Presidium, el Soviet Supremo y el Congreso de los Diputados, según Boris Topornin, para quien "la introducción de la institución presidencial y la reforma de la federación son los temas más impostergables" hoy. La Constitución, señala, puede irse modificando progresivamente para recoger los cambios en el sistema político. Elaborar totalmente una nueva Constitución llevará por lo menos un año.Con la Constitución en la mano, los observadores políticos tienen dificultades para entender por qué la dirección soviética rechaza ya un sistema de dirección del Estado que no tiene siquiera un año de vida. Dificultades no menores tienen los juristas para explicarlo.

El régimen presidencialista en la URSS nace con vocación de "permanencia", más allá del período de transición hacia el pluralismo político, y responde a la necesidad de evitar el "vacío de poder" y el "desgobierno" en el espacio que ahora cede el partido comunista.

"Queremos hacer más eficaz el sistema de dirección. Esta efectividad se determina por muchos parámetros. La democracia es uno de ellos, pero hay otros, tales como la racionalización del mecanismo de dirección, que tendría que ser un sistema que en su totalidad funcionara de forma muy eficaz e internamente estuviera distribuido en diferentes estructuras", señala Topornin.

"La situación se ha descontrolado en algunas regiones, y en otras hay una dualidad de poder o éste: se ha perdido. Es necesario que el poder reaccione más deprisa, que no se retrase y adopte a su debido tiempo las duras medidas que exige el momento actual", señala el jurista.

La idea no es nueva

Topornin insiste en que el modelo presidencial es una idea que estaba en el aire desde hace tiempo y no "encargada desde arriba", pero es reticente a comentar la elaboración del modelo. En este trabajo ha participado el asesoir personal del líder, Georgui Shajnazarov, quien en 1989 decía que Gorbachov recibió en 1985, al ser elegido secretario general del partido, "unos plenos poderes tales que es dificil imaginárselo y es difícil compararlo con alguien". Shajnazarov revelaba que el poder en la URSS está ligado al Partido Comunista de la Unión Soviética.

"La concepción del presidente supone una sustitución de la institución de presidente del Soviet Supremo. Tenemos varias variantes sobre cómo elegirlo. Una es el sufragio universal, que fortalecería su autoridad frente al Soviet Supremo y el Congreso. La otra es la elección por el Soviet Supremo o por el Congreso, lo que incrementaría la responsabilidad del presidente ante el Parlamento, pero le haría menos independiente", señala Topornin.

Otra fórmula mixta es la elección por el Soviet Supremo con un número de representantes de las repúblicas u otras entidades, dice Topornin. El presidente tendría además un órgano adjunto, ya fuera un "minigabinete presidencial", con el peligro de transformarse en un segundo Gobierno, o un órgano consultivo con representantes de las repúblicas.

"Nuestro modelo refleja toda la experiencia mundial. Es difícil compararnos a uno solo. El norteamericano, por ejemplo, no tiene un total apoyo aquí, porque no tiene Gobierno, pero sí tiene un medio enérgico de actuar sobre el presidente que viola la ley, el impeachment. En Francia no hay impeachment, pero sí hay Gobierno".

"En el mundo hay una tendencia generalizada a fortalecer el poder presidencial", señala Topornin. "Nosotros queremos conservar un Parlamento fuerte. Las relaciones entre el presidente y el jefe del Gobierno serán de respeto mutuo y de cierta autoridad del presidente. Éste propondrá la candidatura del jefe del Gobierno, y el Parlamento la confirmará". El presidente debe tener una palanca de acción sobre el Gobierno. "Si el presidente no puede superar las diferencias con el jefe del Gobierno, puede proponer él mismo o llevar al Parlamento un voto de censura al Gobierno", señaló Topornin, que insiste en su condición de jurista y no de político.

Una ley abierta

Las relaciones entre el presidente y los presidentes de los partidos políticos no deben estar reguladas por la ley. "En la XIX Conferencia del PCUS dijimos que había que ir a una concentración de puestos entre el jefe del partido y el jefe del Estado en la práctica. La vida no ha confirmado esta idea". Topornin se opone a que la ley haga referencia explícita a la posibilidad de concentrar estos puestos. "Esto es una cuestión interna del partido. La ley debe dar libertad de elección a los partidos, a los candidatos".

La ley de Organizaciones Sociales que legalizará los partidos "está casi acabada". La ley contempla el "registro" y no la "autorización" de los partidos. Bastará con que el partido reconozca la Constitución y sea una organización que actúe de forma dernocrática. El Estado defenderá el derecho de asociación.

"No queremos volver al sistema de régimen autoritario. Al contrario, queremos evitarlo", dice Topornin. El Parlamento es un logro de la perestroika, según Topornin, que duda de la eficacia de la existencia de dos órganos legislativos -Congreso y Soviet Supremo de la URSS- y cree que el primero de ellos se "ha agotado y ha cumplido su papel". A esta conclusión ha llegado después de la segunda reunión del Congreso en diciembre. El jurista no concede a las instituciones actuales la duración que para ellas había previsto la primera reforma. "Hace un tiempo hubiera dicho que durarían cinco años...".

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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