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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Secularización social

UN AÑO después de las dramáticas negociaciones entre Gobierno y sindicatos que siguieron a la huelga general del 14-D, y que terminaron como el rosario de la aurora -en perjuicio de ambas partes-, un cierto clima de secularización en las relaciones entre los interlocutores está permitiendo avanzar en el terreno del acuerdo. Como ya no es de disputas familiares o modelos de sociedad de lo que se trata, ni siquiera de genéricos giros sociales, Gobierno y sindicatos han podido racionalizar sus acuerdos y desacuerdos sin las pasiones de ayer y establecer un marco en el que es posible el encuentro. La renuncia a la lógica del compromiso de suma cero -lo que beneficie a una parte ha de perjudicar en la misma medida a la otra- está posibilitando cerrar aspectos importantes de la concertación sin que nadie tenga que sentirse derrotado. A su vez, ello es consecuencia de la debilidad relativa de ambos interlocutores, que les hacía necesitar en igual medida el acuerdo. El Gobierno, enfrentado a una grave crisis de falta de credibilidad por los escándalos simbolizados por el caso Juan Guerra y debilitado por la inestabilidad resultante de la anulación de las elecciones en tres circunscripciones y el surginúento de focos de conflicto político como el de los nacionalistas vascos y catalanes, necesitaba un respiro en el frente sindical a fin de recobrar apoyos sociales y retomar la iniciativa. Las centrales, en año de elecciones sindicales, estaban obligadas a ofrecer a los trabajadores la prueba práctica de la eficacia de su acción reivindicativa, rectificando el error estratégico de las negociaciones fallidas de 1989.Fruto del nuevo talante negociador -en el que los dos sindicatos reconocen el papel decisivo de Carlos Solchaga como conductor de las negociaciones-, y además de los considerables aumentos acordados para las pensiones, que benefician a las prestaciones de viudedad y las inferiores al salario mínimo, cuantificados entre el 7% y el 38%, aproximadamente, lo más positivo de los compromisos es que saldan la llamada deuda social con los empleados públicos y los pensionistas y ponen en marcha unas cláusulas de garantía para evitar que los colectivos cuyas rentas se fijan en los Presupuestos Generales pierdan poder adquisitivo durante toda la legislatura. Ello supone un importante triunfo de las posiciones sindicales. Triunfo que seguramente no hubieran alcanzado sin la firmeza con que UGT y CC OO han mantenido, a despecho de tentaciones sectarias, su estrategia de unidad de acción. Esa unidad se ha visto favorecida, a su vez, por la evolución de la actual dirección de CC OO hacia un sindicalismo no supeditado a estrategias políticas.La crisis de la corriente comunista, que está llevando a la creación en todo el mundo de plataformas de izquierda sobre las ruinas de los viejos partidos de la Tercera Internacional, supone también el abandono de la concepción -en crisis desde hace años en el campo de la socialdemocracia- del sindicato como correa de transmisión del partido. En conjunto, y sin. ignorar que subsisten serias divergencias, los acuerdos parciales de sindicatos y Gobierno parecen indicar que se abren perspectivas de una nueva concepción, mucho más laica, de la concertación social.

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