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Un confidente de la Guardia Civil trabajó para los narcotraficantes de Colombia

Un confidente de la Guardia Civil, el ultraderechista Miguel Fuentes González, trabajó para los narcotraficantes colombianos desde 1984, para quienes organizó una red de emisoras que servían de comunicación en sus dispositivos de seguridad y para los traslados de alijos de droga, según fuentes españolas. El ultra, que también adiestró a mercenarios de los capos en el uso de explosivos, fue asesinado en febrero de 1989 en Medellín, al descubrir los narcotraficantes que facilitaba información sobre envíos de cocaína a España, país que ha venido siendo utilizado como plataforma de distribución a toda Europa.

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Eficacia sospechosa

El cadáver del ultraderechista santanderino, de 42 años, fue lanzado a la cuneta de la carretera que sale de Medellín hacia Bogotá el 21 de febrero de 1989. Tenía las manos atadas a la espalda y tres tiros en las sienes y la nuca. Ese mismo día se había tratado de asaltar la hacienda de uno de los capos del cártel de Medellín.

Nadie explicó las causas del asesinato, y las autoridades españolas transmitieron a los familiares de Miguel Fuentes González su desconocimiento del caso. Sólo alegaron que cada día morían asesinadas alrededor de 10 personas en Medellín. El hermano del ultraderechista se trasladó a Colombia, pero volvió sin explicaciones convincentes.

Miguel Fuentes fue un conocido activista de la extrema derecha en Santander desde el principio de la transición hasta 1981. Se le atribuyeron algunos atentados sin víctimas durante esa época, y círculos ultras han confirmado a este periódico que participó en la colocación de explosivos, entre otros lugares contra quioscos que vendían revistas semipornográficas.

. El activista tenía en Santander un taller de reparación de televisiones y aparatos de informática. Su profesión y su ideología le proporcionaron una estrecha amistad con el ultra Emilio Hellín Moro, ingeniero electrónico, actualmente en Paraguay, pendiente de ser extradido a España por su condena por el asesinato de Yolanda González.

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Blas Piñar apadrinó a un hijo

Hellín intercambió de forma frecuente correspondencia con Fuentes González durante la estancia del primero en la prisión de Cartagena. Algunas de esas cartas se encuentran en poder de este periódico. Sus relaciones con la extrema derecha más reaccionaria eran bien conocidas en Santander, ciudad donde existe un amplio sector de este signo ideológico. Incluso el propio Blas Pinar, ex presidente de Fuerza Nueva y ahora máximo responsable del denominado Frente Nacional, es padrino del último de sus seis hijos.

Miguel Fuentes estuvo durante algún tiempo en prisión por sus actividades en la extrema derecha. En la cárcel conoció al colombiano Diego Castro Cabrera, uno de los hombres de la mafia de la cocaína, con quien se relacionaría posteriormente en Cali y Medellín a la salida de ambos de prisión. Castro Cabrera, nacido en Cali el 23 de mayo de 1941, fue detenido en Palma de Mallorca el 23 de noviembre de 1980 con dos kilos y medio de cocaína.

Un informe del jefe del F-2 (policía secreta colombiana), Miguel Maza Márquez, al que ha tenido acceso este periódico, señala que Diego Castro parece ser uno de los dos traficantes que vendieron la cocaína enviada a España en diciembre de 1984 en dos valijas diplomáticas desde la presidencia de la República en Bogotá. En este caso resultó implicado el segundo secretario de la Embajada de Colombia en Madrid, Gustavo Jácome Lemus. Esa cocaína iba dirigida a altas personalidades españolas, pero el caso se cerró sin investigarse más altas implicaciones.

El ultra Miguel Fuentes González, al salir de prisión, realizó frecuentes viajes a Colombia, donde organizó una red de emisoras para los narcotraficantes con el fin de facilitar las comunicaciones para evitar supuestamente la intervención de alijos. Fuentes Gónzalez, según las mencionadas fuentes, preparó algunos dispositivos de seguridad en algunas haciendas de los capos de la cocaína en Medellín y Cali. Asimismo el activista de extrema derecha adiestró a algunos mercenarios de los ejércitos particulares de los mafiosos en el uso de explosivos.

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