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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Los precios 1989

LA PUBLICACIÓN del índice de precios al consumo correspondiente a diciembre del pasado año permite hacer una valoración general de lo sucedido en este importante apartado de la política económica. El 6,9% de aumento, de diciembre sobre diciembre, es un éxito relativo del Gobierno en la medida en que, finalmente, la tasa de inflación se ha quedado por debajo del temido 7%. Pero es un fracaso, o cuando menos una noticia inquietante, cuando se compara nuestra tasa de inflación con la de los países de nuestro entorno desarrollado. Si en vez de considerar el aumento mes a mes se toma como referencia la cifra, más significativa, del promedio anual, el aumento de los precios en España se ha quedado en un 6,8%, frente al 3,3%, de la RFA o el 3,4% de Francia. Incluso en Italia y en el Reino Unido el crecimiento de los precios ha sido más bajo, por lo que podemos adjudicarnos el dudoso honor de ser los campeones de la inflación entre los grandes países de la Comunidad.Cuando se observa con algo más de detalle la evolución del índice, se observa un crecimiento del 7,5% de los productos alimenticios y de un 6,6% del resto de los productos, con un aumento importante de los servicios. Lo que más ha subido ha sido el precio de la vivienda y de los alquileres, y lo que menos, la rúbrica correspondiente al menaje, seguida por el vestido y el calzado, lo cual constituye una sorpresa, ya que se trata de un grupo de bienes que en el pasado había manifestado una tendencia a crecer bastante por encima de la media general.

Cerrado 1989, el problema que se plantea ahora es lo que pueda suceder a lo largo del presente año. En 1989, la evolución de la peseta contribuyó a frenar la inflación, ya que el aumento de los precios de los bienes importados, medido en pesetas, fue bastante inferior al de los precios internos. De hecho, éste ha sido el principal argumento que se ha utilizado para justificar la apreciación de nuestra divisa frente al resto de las monedas europeas, a pesar de la desfavorable repercusión que esa apreciación ha tenido sobre el desarrollo de las exportaciones. El inicio del presente año ha venido acompañado de una ligera depreciación, que, si se mantiene en los límites actuales, no debería repercutir desfavorablemente en el nivel interior de los precios, especialmente si se considera que la reducción de aranceles actúa en un sentido moderador de la inflación.

Pero la batalla principal se librará en el campo de los salarios, de la productividad y de los márgenes de las empresas. El reinicio del diálogo social permite albergar un cierto optimismo en cuanto a la conclusión de acuerdos que permitan reducir las tensiones que anidan en el aparato productivo. Una de las razones que explican el alza de los precios hay que buscarla en la posibilidad de que tres años de crecimiento de la demanda interna por encima del 6% en términos reales hayan producido tensiones apreciables en la capacidad de producción de las empresas, que no han podido seguir el ritmo de la demanda y que han intentado recuperar por la vía de los precios lo que no podían alcanzar mediante una ampliación de la oferta. La intención de las autoridades económicas de reducir el aumento de la demanda interna encuentra su justificación en la necesidad de enfriar las tensiones inflacionistas y de frenar el fuerte incremento de las importaciones. Pero este camino hacia la obtención de un crecimiento más estable debe ser negociado con los agentes sociales para que el resultado sea percibido como razonable y equitativo por todas las partes implicadas, lo que requiere hablar, antes o después, del reparto de la productividad y de la reinversión de los beneficios.

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Para que la adhesión a la Comunidad siga aportando frutos positivos a la economía española es preciso que nuestra tasa de inflación converja hacia la que prevalece en los países que de hecho constituyen el eje del sistema. Es cierto que estamos en un período transitorio y que la adaptación de nuestro aparato productivo aún no ha terminado. Pero también es cierto que no tendría sentido abandonar ahora los esfuerzos que se han llevado a cabo en los últimos años y que, a pesar de algunos reveses, han comenzado a dar sus frutos en términos de creación de empleo.

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