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Mafalda se ha hecho española

El dibujante Quino obtiene su nueva nacionalidad, aunque frustrado por no haber jurado la Constitución

Álex Grijelmo

Quino solamente escuchó: "Firme aquí". Y firmó. Él había soñado con un acto solemne en el que su mano acariciara una Constitución española abierta de par en par, mientras dijese: "Sí, juro". Y se decepcionó cuando la funcionaria se limitó a pedirle fríamente la filiación, la fecha de nacimiento, la hora en que vino al mundo (que afortunadamente recordaba) y los datos personales, para rellenar el formulario. El creador de Mafalda insistió en buscar un clima más simpático: "Me ha hecho usted un lindo regalito de Reyes", le dijo. La funcionaria no se inmutó: "Dentro de dos semanas puede recoger su partida de nacimiento española y luego el documento nacional de identidad".

Así que lo primero que hizo Quino este 5 de enero pasado, al salir de los juzgados de la calle de Pradillo, en Madrid, fue entrar en una librería y comprarse un ejemplar de la Constitución, para jurarla a solas.Joaquín Lavado, un dibujante conocido internacionalmente gracias a Mafalda y sus amigos, se ha hecho español a los 57 años. Nació en Mendoza (Argentina) bajo el signo de Cáncer, hijo de dos malagueños de Fuengirola. Ya de niño decidió ser dibujante de humor, y después estudió Bellas Artes en la universidad de Cuyo (Argentina). Habló andaluz sólo hasta los seis años, pero siguió siendo español hasta siempre.

Resulta fácil creerle cuando lo dice, y sobre todo cuando muestra su sentido fatalista de la vida. "Es bastante español esto de la obsesión por la muerte", comenta. Quino alega, para respaldar la idea, que ve apariciones. Se le ha aparecido su padre, que murió cuando él tenía 14 años; se le ha aparecido su amigo el dibujante Oski, que falleció de la misma enfermedad de la que él ha sido operado; adivinó la muerte de su tío Salvador, y se ha visto a sí mismo dentro de 14 años enfermo de cáncer y en Madrid.

"A mi padre le vi en Buenos Aires, hace cuatro o cinco años, estaba enfrente, en el balcón. Me miraba y tenía cara de estar pensando: 'Mírale, después de todo no le ha ido tan mal a éste'. Mi amigo Oski estuvo junto a mí en el hospital, hace tres años, y me decía: 'Vio, compañero, qué joda, a usted seguramente le va a ir muy bien, pero a mí me trataron muy mal los médicos'. Era un tipo que se quejaba de todo". Una vez, Quino se despertó sobresaltado en Italia diciendo: "Se murió mi tío Salvador". Llamó después a su casa y era verdad. Cuando ya gobernaba Raúl Alfonsín en Argentina, Quino estaba afeitándose en su casa de Buenos Aires y se vio en el espejo de una curiosa manera: vestido de gris, con el pelo gris también, sentado en una plaza de Madrid que tiene unos álamos y una iglesia, y en la que juegan unos niñitos; venía de la consulta del médico, que le había diagnosticado cáncer.

Y aquel día, hace ya unos años, se preguntó sorprendido ante el espejo: "¿Por qué en Madrid?"

El pasado día 5 de enero, en su estreno como español, la cabalgata de Reyes le cortó el paso por Serrano, hacia Alcalá. Menudo susto se dio cuando casi le roza un personaje vestido de negro que iba andando sobre unos patines y que portaba una guadaña. No era una visión, era un disfraz. Pero esto le llevó de nuevo, después de tanto tiempo, a la imagen que había visto de sí mismo en el espejo de su casa, a aquella plaza de Madrid.

Esa remota visión, que aparentemente se toma en serio, no le ha quitado de la cabeza la voluntad de ser español. Incluso le ha reafirmado, porque también ello forma parte, pues, de su destino. Para explicarlo, recuerda un cuento de Borges en el que un hombre huye de la muerte en un lugar equivocado y finalmente la encuentra donde le correspondía.

Quino ha sufrido seis operaciones quirúrgicas en 10 años, entre otras una por un pólipo raro. Cuando tenía 14 años ya estaba huérfano de padre y madre, y tal vez por ello asumió pronto "esa obsesión tan española". Su mujer y él no han, querido tener hijos: "Es una mala porqueria traer a alguien aquí sin haberle preguntado". Si uno le dice que no se queje, que al fin y al cabo no le ha ido tan mal, como ya decía su padre, él responde: "No me ha ido mal, pero he tenido mala pata con la salud".

Una señora gorda

Llevaba mucho tiempo queriendo ser español oficialmente La culpa de que no haya cumplimentado antes los trámites la tiene una señora gorda y antipática que le atendió en 1977 en el Consulado de Milán (él pasa largo tiempo en Milán porque allí está enclavada la agencia que gestiona sus derechos para Europa). La funcionaria le preguntó: "¿Y a esta edad se le ocurre a usted hacerse español?". Él contestó: "No, se me había ocurrido antes, pero es que entonces estaba Franco". No debió de sentarle muy bien a la funcionaria, empezó mal la cosa y Quino desistió de emprender los engorrosos trámites con el viento en contra. Aquella señora originó que pasasen 12 años hasta que Quino se animó de nuevo.

Ser español le vendrá muy bien para circular por Europa, para superar las trabas burocráticas de los ciudadanos no comunitarios, y, sobre todo, para residir ya siempre en Madrid, adonde ha viajado muy a menudo. "Si escucho la música folclórica de Mendoza, mi tierra, me gusta, no digo que no. Pero lo que verdaderamente me emociona es el flamenco. Es algo que siento como hormiguitas dentro de las venas. Por eso siempre he sabido que soy español y siempre he dicho que soy español".

El escritor argentino Julio Cortázar se pasó a la nacionalidad francesa y en Buenos Aires se organizó un escándalo. Quino espera que no le ocurra lo mismo, porque él seguirá siendo argentino merced al convenio de doble nacionalidad. Pero la noticia aún no se conoce allá, y teme las reacciones. Seguirá, no obstante, vinculado a su país de origen. Sus dibujos continuarán apareciendo en el diario Clarín, por allí seguirán corriendo sus nuevos libros, y nunca dejará de preocuparse por la política argentina, incluso después de que apoyase en las elecciones al candidato perdedor, Eduardo Angeloz.

Nunca más

Quino dejó de dibujar a Mafalda en 1973 porque ya no disfrutaba con ella. Le resultaba muy difícil no repetirse; y evitar la reiteración constituía un esfuerzo penoso. Sólo la ha recuperado para causas que considera justas: para ilustrar campañas de Unicef, de la Liga para la Salud Mundial, y para explicar la ley orgánica del Derecho a la Educación (LODE), por encargo del Gobierno español en 1986. El dinero que recibió por este trabajo se lo devolvió a Educación a fin de que fuera destinado a las escuelas de Andalucía. Tiempo después le enviaron un completo informe detallado que no entendió.

Mafalda sigue viva en los libros que se reeditan en todo el mundo, en muñecos de goma, en chándales, en llaveros. Y se ha convertido en un clásico de las librerías. Un librero de Gijón le explicó una vez a Quino: "Cuando veo entrar a alguien ya sé si me va a comprar un libro de Hermann Hesse o de Mafalda".

Sin embargo, aquella niña sabia ya no tendrá nuevas historietas. "No quiero decir nunca más', pero el caso es que lo veo muy difícil", explica. "¿Cómo haría yo ahora a Mafalda: con 30 años, que es la edad que tendría, o la vuelvo a hacer pequeñita? Cuando dibujaba a Mafalda, yo acudía a mi infancia. Pero hoy, con los ordenadores y los videojuegos, ya no sé cómo piensan los niños".

El dibujante termina su café sin azúcar, se coloca sobre la calva un gracioso gorro contra el frío y sale a las calles de Madrid en busca de su destino. Aún no tiene piso.

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Sobre la firma

Álex Grijelmo
Doctor en Periodismo, y PADE (dirección de empresas) por el IESE. Estuvo vinculado a los equipos directivos de EL PAÍS y Prisa desde 1983 hasta 2022, excepto cuando presidió Efe (2004-2012), etapa en la que creó la Fundéu. Ha publicado una docena de libros sobre lenguaje y comunicación. En 2019 recibió el premio Castilla y León de Humanidades

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