La nueva ciudad del capitalismo
CARLOS FERNÁNDEZ MAGÁNLos descendientes de quienes acudieron desde el mundo rural para ocuparse en la industria y contribuir al desarrollo de las ciudades están siendo expulsados a la periferia y al campo. El autor analiza este fenómeno.
Desde finales del siglo XVII a mediados del XIX la clase trabajadora fue arrancada de sus zonas rurales y concentrada en puntos geográficos por el capitalismo expansivo, para poner en pie las grandes urbes industriales de Europa. Ahora, en otro estado de desarrollo del capitalismo, cuando la ciudad parece estar acabada y haber llegado al final de su crecimiento, estas clases son expulsadas de la ciudad hacia las zonas periféricas o incluso, de nuevo, al campo.El crecimiento de la ciudad se ha detenido buscando un óptimo de funcionalidad resultante de las variables fundamentales: tecnología, espacio y población, ajustándose así al sistema socioeconómico. Queda, pues, el espacio urbano limitado y concreto; su oferta se hace escasa y su precio aumenta.
Aparece un a delimitacion cada vez más definida entre ciudad central y periferia. En las zonas centrales de la ciudad se concentra el poder político y económico, a la vez que se tiende a la homogeneización de los recursos sociales y a la optimización de la accesibilidad.
La división económica y social del espacio (DESE) de las áreas metropolitanas se hace aquí patente, estableciendo una marcada diferenciación de precios de los espacios fisicos entre la ciudad central y la periferia.
Precios restrictivos
El centro pasa a ser zona valorizada respecto del resto del área metropolitana y sus precios serán de escasez o de monopolio. La periferia se estratifica en zonas diferenciadas que, respecto del centro, se pueden considerar banalizadas, donde existirán precios reguladores.
Quedando valorizadas por la DESE las zonas centrales, se valorizan automáticamente todos sus microespacios, es decir, no solamente es el suelo el que se valoriza a través de un incremento de las rentas diferenciales, sino todo el volumen de edificabilidad de las zonas centrales.
Un cierto debate hay sobre esto. Ante el desaforado incremento de los precios de la vivienda en las grandes ciudades españolas vemos cómo se está señalando decididamente el precio del suelo como la causa. Pero muchos urbanistas entienden que no es el precio del suelo el que determina el precio de las viviendas, sino que el efecto es el inverso, a saber: es el precio de la vivienda el que determina el precio del suelo. Efectivamente, lo que se valoriza son los espacios, no el suelo; la simple necesidad de vivir en tres dimensiones determina que esto sea así. Es, pues, la edificabilidad y el valor del espacio lo que repercute sobre el precio del suelo.
Cabría reflexionar sobre este .punto, porque aunque estamos ante un reajuste de variables fundamentales de la ciudad capitalista, difícil de controlar desde las administraciones públicas, solamente acertando en la determinación del origen de tal proceso se podrá actuar con eficacia.
En la ciudad que ha dejado de crecer, proceden las rehabilitaciones y las remodelaciones, la transformación del espacio. Pero éste es escaso (limitado) y tiene fuerte demanda de los sectores más solventes (sucursales bancarias, comercios y oficinas de empresa) iniciándose un proceso de terciarización de las zonas centrales que nos lleva a la paradoja de disminuir la población del centro a la vez que aumentan los precios del suelo.
La DESE determina el uso social de las zonas urbanas; este uso social determina a su vez el precio y éste el uso particular. La DESE, al desencadenar el proceso de valorización de las zonas centrales y el proceso de terciarización, somete a fuerte presión económica a los habitantes de estos espacios, aumentando el nivel de los precios de los servicios y el coste de la vida en general.
El precio de la vivienda sufre un incremento progresivo en la ciudad central que obliga a las clases más bajas a abandonar estas zonas privilegiadas para emigrar a las zonas periféricas del área metropolitana, o incluso, como hemos dicho, fuera de ésta. El precio de los alquileres y el nivel de precios en general no permite la subsistencia de aquellas familias que obtienen rentas bajas.
Tomemos el caso de Madrid como ejemplo concreto que responde al tipo de ciudad que ha dejado de crecer. La necesidad primordial de la vivienda ha impactado fuertemente en los movimientos migratorios con origen en Madrid capital, porque ha aparecido la necesidad de cambiar de residencia (164.000 cambios de residencia en la Comunidad de Madrid en el período 1981-1986, de los cuales un elevadísimo porcentaje tiene origen en Madrid capital).
El incremento del precio de la vivienda derivado de la valorización de los espacios centrales produch un reajuste geográfico de la población con origen en la relación precio-renta. La DESE produce así estratificación económica y social del espacio que implica a su vez diferenciádos modos de vida y niveles de renta. Las variaciones de las condiciones económicas de los vecinos, o las condiciones derívadas de la edad, son frecuentemente motivo de cambio de residencia, debido precisamente a las nuevas necesidades o gustos que aparecen con los cambios en cualquiera de estos dos aspectos fundamentales y que para ser satísfechas han de buscar el contexto urbano adecuado.
Durante los años 1984-1985-1986 una media del 60% de las migraciones de Madrid capital se dirigieron a municipios de la Comunídad de Madrid, y en su mayoría a municipios del área metropolitana de más de 20.000 habitantes. Parece, pues, evidente que tales migraciones se realizan hacia grandes núcleos de población muy urbanizados, cuestión ésta que permite pensar que el motivo de tal emigración no es la huida de las aglomeraciones, como podría parecer, sino que responde más bien a razones de índole económica y fundamentalmente de vivienda.
Final de un proceso
La emigración a la ciudad ha acabado su proceso histórico. Las zonas centrales son requeridas por el poder político y económico en un claro proceso de DESE, y los niveles de renta bajos no podrán resistir la presión económica de tales espacios físicos.
Cabe esperar para los próximos años una continuación de los movimientos de población del centro hacia la periferia de las grandes ciudades españolas, en un claro proceso de desconcentración que tiende al ajuste de un nuevo equilibrio de las variables tecnologia, espacio y población que conformarán la nueva ciudad capitalista.
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