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Nuevo contexto para la concertación

La distensión ha venido y no se sabe cómo ha sucedido. En sus escarceos preliminares, la concertación parece haber pasado del más crudo invierno a un cierto deshielo. Tras las primeras reuniones, protagonistas y comentaristas coinciden en que la concertación social se ha iniciado este año con nuevo talante, en un clima que permite albergar mayores expectativas de lograr acuerdos que en el pasado reciente.Ha venido a reforzar esta apreciación el pacto alcanzado en la Comunidad de Madrid, que por razones varias resulta significativo: es el primero que recoge compromisos sobre la Propuesta sindical prioritaria (PSP), ha sido firmado por un Gobierno regional socialista y, además, se ha conseguido pese a determinadas presiones partidarias para evitarlo, reducirlo o aplazarlo. En resumen, se ha realizado, aunque no sin dificultades. Precisamente por ello, esta primera experiencia constituye un anticipo de las posibilidades y, también, de los escollos que aguardan al proceso de negociación que comienza.

Siendo, como decía, común el diagnóstico -mejor clima concertador- suelen ser, no obstante, diferentes las explicaciones que al mismo se le encuentran. Para unos es debido a un cambio en las posiciones del Gobierno. Otros, por el contrario, lo achacan a un viraje de los sindicatos. No faltan quienes, empecinados en las interpretaciones en clave de conflicto familiar socialista, opinan que la causa está en el idilio que renace entre la UGT y el Gobierno. El problema de los esquemas explicativos monocausales es que, en ocasiones, no explican casi nada. Éste puede ser el caso.

Según cuentan las crónicas, en un viaje que Alcide de Gasperi realizó a Norteamérica siendo presidente, le preguntaron si era difícil gobernar al pueblo italiano, a lo que éste respondió: "Difícil no, es inútil".

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Igualmente difícil, y sobre todo inútil, puede resultar intentar aclarar las razones de los nuevos aires concertadores por la vía de identificar y señalar al que ha girado, o por el método de repartir salomónicamente entre sindicatos y Gobierno las causas del acercamiento. No parece, en cualquier caso, que en esta historia exista ningún Saulo que, tras caerse del caballo o del burro, se haya convertido. En efecto, no es previsible ni incluso necesario que el Gobierno modifique sustancialmente su política económica, ni tampoco que los sindicatos cambien el contenido de sus reivindicaciones para alcanzar acuerdos. Por otra parte, la autonomía demostrada en todo momento por UGT debiera ser ya, a estas alturas, un dato incuestionable.

Y, sin embargo, se mueve. Pues lo innegable es que la concertación arranca con otra música. No tanto porque los actores hayan variado sus orientaciones de fondo como porque se han modificado las circunstancias.

¿Cuáles son los rasgos que configuran el contexto diferente que propicia otro tono en las negociaciones de los interlocutores sociales en esta ocasión? En mi opinión son los siguientes:

1. El Gobierno tiene una situación relativamente más complicada que en años anteriores, lo que lleva a ser más pragmático. En el terreno económico se enfrenta, a un déficit comercial que per cápita es el mayor del mundo; la inflación está disparada; las previsiones de crecimiento económico se ralentizan mientras las inversiones extranjeras -un eje de la política practicada- amenazan con dirigirse hacia los países del Este. Al tiempo afloran los estrangulamientos de un sistema económico que no ha superado sus viejos problemas estructurales.

En el campo político, el panorama tampoco presenta el rostro complaciente del pasado. La provisionalidad del resultado electoral, la mayor articulación de la oposición parlamentaria, la desafección de una parte significativa del electorado urbano, la presencia más activa de la oposición interna en el partido gobernante delinean una situación más compleja para el Gobierno. Es posible, por tanto, pensar que el análisis inmediatamente posterior al 29-O que se resume en el "hemos ganado contra todos" haya dado paso, inteligentemente, al más pragmático de "no podemos gobernar contra todos". Probablemente por ello el Gobierno no se plantee, por primera vez después de muchos años, integrar o vencer a los sindicatos, sino simplemente pactar, en lo que sea posible, con ellos.

2. Los problemas denunciados por los sindicatos se han hecho más evidentes. Así, la precariedad del empleo ha adquirido proporciones escandalosas, con efectos sociales muy negativos pero también ruinosos para la productividad y la competitividad del sistema económico; la caótica política del Gobierno en relación con la inflación durante 1989 ha convertido en incuestionable la exigencia de reparación de la deuda social; sólo sus gestores más directos se atreven a negar que la formación profesional es una ruina y que la falta de cualificación representa hoy el problema básico de nuestra actividad económica; la vivienda se ha convertido en un bien de inversión y especulación a costa de que la misma resulte inaccesible para la mayoría de los que la necesitan. Por otra parte, el inevitable proceso de homologación con los países de la CEE deja al descubierto el retraso y estancamiento de la protección social en nuestro país.

Las demandas sindicales tienen mayor respaldo político y mejor comprensión social. Son, pues, más difíciles de desatender.

3. Se ha aceptado un sistema de negociación más flexible y operativo, en el que cabe la coexistencia de acuerdos y discrepancias. Por ejemplo, llegar a pactos en las prestaciones sociales y discrepar abiertamente en la fiscalidad, el gasto público o la orientación general de la política económica.

El anterior esquema, en el que las cuestiones más dispares debían estar relacionadas entre sí, formando un todo a legitimar o rechazar globalmente, conducía inevitablemente al fracaso. La pretensión de acuerdo total llevaba sistemáticamente al desacuerdo más frontal. El intento inédito de hacer a todos los agentes sociales corresponsables de las cuentas del reino impedía de hecho lograr acuerdos parciales en materias concretas.

De un sistema de concertación basado en el intercambio de contrapartidas entre cuestiones heterogéneas y, a veces, hasta antagónicas, se ha pasado a otro en el que se trata de alcanzar un consenso, aunque sea parcial y temporal, para abordar soluciones a determinados problemas: formación, vivienda, fiscalidad, precariedad del empleo, desprotección de determinados colectivos, salud laboral. En consecuencia, más que hurgar sobre quién ha insistido con mayor énfasis en el pasado en uno u otro modelo de concertación, interesa constatar que este cambio de orientación está presente tanto en las negociaciones entre Gobierno y sindicatos como en las que éstos mantienen con las organizaciones empresariales.

José María Zufiaur es miembro de la ejecutiva confederal de UGT.

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