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Gran éxito en Milán de la primera escuela europea de seducción femenina

Juan Arias

En Milán, la capital económica de este país, la nórdica, la intelectual, la seria, la laboriosa, ha nacido, entre bromas y veras, la primera escuela europea de seducción femenina, que está obteniendo un gran éxito, como ya lo obtuvo hace dos años la escuela de seducción masculina, creada por un napolitano. Esta vez son las mujeres de 25 a 35 años, aunque también hay algunas de 40, las que asisten a la escuela para aprender a ser más femeninas, atrayentes y conquistadoras.

No se trata, afirman las alumnas de dicha escuela, situada a orillas del río Navigli, de aprender "a comerse a los hombres", sino de saber "conducir el juego". Y, al parecer una vez adueñadas del arte de atraer al sexo fuerte, se puede usar para muchas cosas, incluso prácticas.Una de las alumnas afirma que le ha servido, por ejemplo, para "evitar multas" de tráfico y para "no hacer la cola" en correos. ¿Cómo? "Muy sencillo", explica Roberta Mangiavecchi (un apellido curioso, que significa come viejos), de 26 años, gráfica de profesión: "ahora me basta una mirada cargada de intriga y de sex-appeal y todo se derrite a mi lado".

La idea de abrir dicha escuela de seducción femenina ha sido de Patrizia Grassi, ex campeona de gimnasia artística, y de Irene Borg, bailarina de la danza del vientre.

Les ha bastado un local todo él enfundado de espejos, un poco de fantasía y de capacidad empresarial y enseguida les han llovido las alumnas, a quienes han sabido, con una buena publicidad, cosquillear los sentimientos de narcisismo oculto y de ganas de evadirse de los esquemas de la rutina cotidiana.

El curso dura tres años, con exámenes y todo. Tres lecciones a la semana y un fin de semana intensivo, durante los cuales a las mujeres deseosas de explotar una feminidad reprimida se les enseña desde cómo quitarse la chaqueta "con garbo y desenvoltura" a cómo subirse unas medias "con un toque de elegante provocación".

Un toque exótico

Y, por supuesto, un poco de danza del vientre "para soltar el cuerpo", o cómo desempolvar los viejos vestidos y sombreros de las bisabuelas para darle al cuerpo "un toque antiguo y exótico". Y también un poco de danza étnica, de artes marciales y de autodefensa. Glamour y fuerza oportuna.Según Patrizia, una de las inventoras del curso, el común denominador "es la gana de divertirse, de dar espacio a la fantasía y a la creatividad, de descubrir el propio cuerpo y valorarlo". Y un buen consejo: "Cada uno tiene que ser seductor con sus propios defectos". Y otro secreto que se les enseña desde el primer día a las que anhelan desplegar todas sus artes conquistadoras es el siguiente: "Esconder las cosas sin que parezca evidente que se están escondiendo, y exponerlas sin que se vea demasiado que se están exhibiendo".

Se les enseña que la feminidad es una fuerza que hay que saber usar, que en parte es innata, que no tiene que ver con la belleza y que es un arma irresistible. Una de las alumnas, muy joven, ha contado que antes, cuando un hombre la miraba de un cierto modo, se sentía nerviosa, no sabía dominar la situación. "Ahora", dice, "no. Me divierto. Sigo el juego, y soy yo quien lo domina".

Al curso acuden mujeres de todos los tipos: desde las que habían sacrificado la feminidad a la carrera a las que empiezan a despertar a la vida y no quieren sacrificar nada de su fuerza vital femenina. Y allí, en aquella palestra hecha un espejo, cada una aprende a imitar el modelo que más le atrae: a Marilyn, la sensual; a Grace Jones, la felina, o a la volcánica Gilda. Aunque no falta quien acuña un modelo propio.

Ni amas de casa ni madres

A alguna de las más jóvenes le ha servido para encontrar enseguida un hueco en un programa televisivo de variedades con Raffaella Carrá. Lo que no se explican las organizadoras es por qué al curso no suelen presentarse las madres de familia, ni las mujeres de casa sin trabajo. Y alguien ha ironizado que quizás les falte entre los profesores un buen sociólogo.La escuela se llama Centro Magica, y, visto el éxito que está teniendo, no se excluye que pueda contagiar no sólo a otras ciudades italianas, sino también a otras capitales europeas, aunque hay quien asegura que se trata de algo que sólo la infinita fantasía italiana es capaz de crear.

Es todo como un juego, como una comedia, explican las profesoras o las alumnas convencidas de sus nuevas posibilidades, pero también eso es muy italiano, ya que para los hijos de Maquiavelo lo que cuenta es el resultado.

Y saben que ciertos frutos se obtienen sólo elevando a categoría de drama, o de opereta, o de representación cómica, hasta las cosas más triviales de la vida cotidiana.

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