El oficiante de la libertad
Ya desapareció Samuel Beckett de la cartelera del mundo de los vivos desde que el viernes último falleció en París. Y casi nadie lo ha percibido. Los pensadores de la cultura se han conformado con anotar el mutis del "creador del abasurdo". Era seguramente el modo mas cómodo de disimular el hecho determinante y absoluto de la escritura del autor de La última banda: Beckett no fue más que el oficiante capital de la libertad en este siglo. Asimilarlo, a Ionesco, Adamoov, Robert Grillet y demás "absurdos" de los años cincuenta y sesenta es simple en el caso menos grave. Con la muerte de Beckett se apagó una luz. Somos menos libres.Su primer contacto con la escritura fue fantasmal; se produjo, a sus 14 años, en la Portora Royal School, en el condado de Fermanagh, en el norte de Irlanda, adonde le enviaron interno sus padres protestantes: aquí había estudiado también Óscar Wilde. Su primer contacto con Francia, fue en 1926: durante el verano recorrió en bicicleta los castillos del Loira. Y su primer triunfo total, libertario, lo consiguió Beckett en una cárcel.
El suceso estalló el día 19 de noviembre de 1957 en el penal de San Quintín (Estados Unidos). La compañía del Actors' Workshop de San Francisco representaba para los 400 internos del centro Esperando a Godot, la obra mayor de Samuel Beckett, que los críticos, pensadores y público en general de las principales plazas de teatro occidental rechazaban, discutían o tiraban, sin más, a las ortigas.
Presidiarios
¿Cómo los vagabundos de Beckett, portadores del contubernio de la soledad, la tragedia, el humor imposible y todo lo irrisorio de la condición humana, serían acogidos por presidiarios teóricamente insensibles, analfabetos? Los actores esperaban que, al igual que en París, Londres..., el local comenzaría a vaciarse desde la subida del telón. Al final de la obra los internos permanecían inmóviles, temblando... esperando a Godot. Uno de ellos comentó: "Godot es la sociedad", y otro: "Godot es el mundo exterior". Y un profesor de la prisión reflexionó: "Los presos saben lo que significa la espera, ellos saben muy bien que si Godot acabara viniendo, sería decepcionante".La Prensa que siguió resultó el aldabonazo de la explosión de la obra cumbre de Beckett. Fue entonces cuando las primeras novelas del autor, Malone muere, Molloy, aparecieron en los escaparates. Esta década fue, además, la más cuajada por el dramaturgo de Final de partida y de Oh, los bellos días, otras dos cimas del amigo de Joyce (Ulises), al que conoció en París y del que comentó el día de su óbito en Zúrich, en 1941: "Estoy seguro que le daba la misma importancia a la caída del ángel que a la caída de una hoja".
En los últimos 15 años su producción se recortaba más y más. Llegó a escribir una novela de un folio, Sobresaltos, de hace pocos meses, la articuló con 2.000 palabras. En 1956 ya advertía: "Escribí mi obra muy rápidamente, de 1946 a 1950; después no he hecho nada que me parezca válido".
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.