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Prejuicios ante el nuevo teatro municipal

El nombre de Gustavo Pérez Puig fue pronunciado como el más previsible para la dirección del Teatro Español desde el momento en que Agustín Rodríguez Sahagún subió a la alcaldía; las afinidades políticas de este director con Suárez, el CDS o antes UCD, eran conocidas. Las de Narros parecían más inclinadas hacia otro grupo en la oposición municipal: aun teniendo en cuenta que la labor teatral de los dos no parece haber sido nunca ideológica, y en el origen de Pérez Puig estuvo una ruptura como e estreno de Tres sombreros de copa, de Mihura, y la terrible polémica y prohibición de Escuadra hacia la muerte. La molestia que ha producido el cambio de Narros por Puig tiene una parte cultural, cifrada en la diferencia cualitativa enorme entre los dos directores; y otra política, que repudia la intervención de poderes y partidos en estos menesteres, en la que los socialistas tampoco se han abstenido ni se abstienen. La postura elemental es la de aguardar la programación y las realizaciones de Puig para pronunciarse sobre su capacidad. Los prejucios, o juicios previos, ofrecen poca confianza. Pérez Puig ha dedicado muchos años -hasta ahora- como empresario en persecución del teatro comercial, aunque bien subvencionado, formando equipo con su esposa, la directora Mara Recatero. Los resultados no han sido buenos. El retraso en el nombramiento de Pérez Puig se imagina como dudas municipales ante la posibilidad de dar lugar a lo mediocre donde estuvo lo brillante.Las mismas razones políticas y de afinidad parecen haber inclinado los cambios en el Centro Cultural de la Villa de Madrid, para el que ha sido nombrado Antonio Guirau, que tuvo un papel destacado en el Ayuntamiento anterior al socialista, y reaparece ahora. El nuevo concejal de Cultura, Álvarez de Toledo, va a hacer ahora figurar a los clásicos, y el Centro, a la comedia. No hay más prejuicios frente a Álvarez de Toledo que no sean los inherentes a la destitución de Narros y a los nuevos nombramientos. Se desconoce cómo podrá dirigir esta amplia empresa teatral. Se habla de un incremento en la producción de autores españoles, a la que efectivamente Puig se ha dedicado en los últimos años, y es una buena noticia. A menos que estos autores sean también designados por afinidades políticas, lo cual podría alterar mucho la cuestión artística; y podría ocurrir lo mismo con los actores contratados, y con los directores, si Guirau y Puig ceden la dirección al ffia vez a alguien. Siguen siendo prejuicios, en espera -o temiendo- de la verificación del tiempo por venir. Guirau se dispone a abrir su temporada con la reposición de una obra de Casona, que a estas alturas tiene ya muy poco de coartada.

Otras cosas se van dejando decir en las primeras declaraciones triunfales. Por ejerriplo, la posibilidad de que el Español se convierta en lo más parecido a la Comédie Frangaise. Es imposible. La Comédie tiene una tradición de siglos -formada en la campaña de Rusia de Napoleón- en la que se ha ido formando. Aquí no va a salir.

Son los nuevos nombres los que tendrán que luchar por el prestigio y por mostrar que han sido las circunstancias o la lucha por la vida, lo que hace dudosos sus nombres en un empeño en el que tienen que sostener un alto nivel cultural y un ilustre pasado.

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