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El complejo de Pinkerton

La pregunta, que se hacía la sociedad teatral en el estreno de M. Butterfly es la de si es posible que un hombre viva 20 años con una mujer, de la que cree tener un hijo, para al final enterarse de que es hombre. La segunda pregunta es ¿cómo lo hacen? Algunos sabían el secreto: en la obra se aclara más tarde con una expresión directa y soez, pero práctica.La historia es la de un diplomático francés que se enamoró en Pekín de una actriz china, que resultó ser un espía comunista. Como fue verdad, y se supo por la crónica de tribunales que juzgaba al desgraciado idiota por alta traición, no cabe preguntarse si es posible. Pero no es verosímil. Traducida a la escena parece más imposible.

M

ButterflyDe David Henry Whang. Versión de Terenci Moix. Dirección: Ángel García Moreno. Intérpretes: José Luis Pellicena, Churg Sik Seo, Charo Soriano, Leonor Ahn, Enrique Cerro, Héctor Colomé, Victoria Vivas. Decoración y figurines: Rafael Redondo. Coreografía: Arnold Taraborrelli. Teatro Fígaro. Madrid, 30 de noviembre.

El actor coreano Chung Sik Seo consigue parecer un travestido, pero en ningún caso una alucinante señorita, lo cual supone una pérdida. de veracidad considerable. Tiene otras dificultades graves: el idioma castellano, lo primero; su dicción convierte la acción en morosa y un poco afásica. La mutación de una mujer, que sea china, que cante ópera y actúe en la ópera de Pekín, que es otra cosa; y que sea, además, espía requiere tres dobleces de personalidad, tres niveles de ficción, que requerirían una capacidad mayor de arte y oficio. Pellicena, que la tiene, se encuentra ya con muchas dificultades para su difícil posición.

El hecho de que el actor no pueda ser confundido con una mujer puede ser decepcionante, pero a bastantes personas les parece que tiene un morbo añadido, que es el de si el amante francés sabía, aun en el inconsciente, la verdadera identidad del ambiguo, y le gustaba sin fórmulárselo a sí mismo. En esta versión se juega con ello y se deja la pregunta sin resolver.

El autor, David Henry Whang, hace de la historia original un paralelo con Madama Butterfly, que compuso Puccini sobre la obra de David Belasco. Las dos historias no tienen ningún parecido. Se busca por el personaje del teniente Pinkerton, con el que se quiere identificar el diplomático, que tiene un complejo; pero al final con quien se identifica es con la propia Butterfly -la burla del oriental sobre el hombre blanco-, de donde el equívoco en el título M., para añadir arribigüedad al caso. Y sirve para algunas disquisiciones sobre Oriente y Occidente, los sabidos misterios y algo del problema de la mujer sumisa. Naderías. El autor, a pesar de sa apellido, no parece saber gran cosa sobre China; los hombres, las mujeres y los demás; el comunismo, la revolución cultural, Mao Zedong y todo a lo que se refiere la obra. Son nociones de neoyorquino burgués: primarias, rudimentarias. Ciertas disquisiciones, por ejemplo, sobre la dificultad del hombre a acostumbrarse a su volumen sexual -del gusanillo a la berenjena- y la idea adjunta de que no habría guerras si los hombres se vieran unos a otros sus órganos, forman un curioso conjunto filosófico de naturaleza asombrosa, aunque partan de un principio de humor.

Terenci Moix lo ha traducido a un castellano coloquial y directo que le sienta bien; son las situaciones las que dificultan el trabajo de los actores, dirigidos por García Moreno. Los añadidos de escenas imitadas de la ópera de Pekín, la canción de Butterfly, la música de fondo, los teloncillos con fechas revolucionarias, el decorado chinesco estilizado de Rafael Redondono levantan el vuelo. Se alarga la obra, y pesa mucho en la segunda parte. El éxito de la velada fue para el coreano, ovacionado en una escena de transformado, aclamado por un coro de espectadores que repite su nombre, parece más bien debido a su simpatía y al impulso de sus compañeros de la Escuela de Arte Dramático. Todos los demás fueron también aplaudidos, empezando con Pellicena y Ángel García Moreno.

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