La plenitud de Schubert
Vivir la música en su plenitud es experiercia que se nos ofrece raras veces. Una de estas ocasiones la hemos tenido ahora con el Viaje de invierno de Schubert, sobre textos de Müller, interpretado por Birgitte Fassbaender y el pianista Markus Hinterháuser en la sala grande del Auditorio Nacional. El público debió intuir tan singular oferta pues casi llenó el local y aplaudió con entusíasmo al final del maravilloso ciclo liederístíco.En Viaje de invierno, más todavía que en La beila molinera, Schubert enaltece unos versos generalmente tenidos por mediocres, aunque representativos del lied romántico alemán (y lo de alemán sería innecesario pues no hay otro lied romántico que el nacido en Austria y desarrollado en ese país y Alemania).
Ciclo de Cámara y polifonía
B. Fassbai-nder: liederista.M. Hinterhjáuser: pianista. Obras de Schubert. Auditorio Nacional. Madrid, 7 de noviembre.
Wilhem Müller fue absolutamente coctáneo (le Schubert pues nació en 1794 y murió en 1827. Su canto a la naturaleza tiene la posibilidad. de diversas lecturas y Schubert encontró la más honda, trascendente y desolada. Si en algún momento puede hablarse de desolación en la música, es en este viaje invernal no por los bosques, caminos y riberas, sino por las intimidades del espíritu. Estamos ante un verdadero drama en canciones, tanto si se estudia desde la voz como desde su compañía planística.
De ahí que la versión de Birgitte Fassbaender, gran cantante operística y, al mismo tiempo, capaz de reducir toda significación y representación dramática a la esericia poético-musical de¡ lied, resultara impresionante y digna de situarse a la altura de las más grandes interpretaciones históricai. Lo que sucede con el pianista Hinterháuser que supera la equívoca función acompañante para convertirla en colaboración equilibrada, identificada y fuertemente expresiva.
Desde el lied inicial -Gute nacht- donde el invierno cae sobre el paisaje y sobre el alma, hasta el conclusivo Hombre de la zampoña, símbolo del viaje sin retorno, Fassbaender-Hinterháuser explicaron más que la obra misma, la sustancialidad entera de Schubert, viva en lo,, géneros vocales y en los instrumentales.
Para Schubert, en estos pentagramas doloridos, en los que a veces se hace la luz tal como ocurre en , El tilo, cantar es profundizar, hundirse desde el mundo exterior hasta las recónditas alerías del hombre romántico en su solitaria individualidad.
Música e intérpretes admirables, como diría Manuel de Falla, quien desde el piano, practicó tantas veces el lied en sus más altos ejemplos: SchubertSchumann.
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