Juegos de adultos

Es Charada la última de las primeras películas del gran Stanley Donen, que hace unas semanas recibió en Valladolid un cálido homenaje del cine español. Las películas que en la filmografía de Donen siguieron a ésta, aunque algunas tienen muchísima altura, no alcanzaron la inigualada magia de las primeras, que abarcan desde Un día en Nueva York, pasando por Cantando bajo la lluvia, Siete novias para siete hermanos y otras maravillas, a esta esplendorosa Charada, comedia brillante donde las haya e ingeniosa como pocas.Estamos ante un impagable juego de adultos, que hay que ver y volver a ver, porque sus recovecos argumentales son inagotables y, una vez vistos, en la ocasión siguiente, se ven siempre de otra manera o al menos con algún matiz inédito que les transforma y otorga un sentido y una gracia adicionales. Sorprendente -porque e filme transcurre en torbellino de sorpresa en sorpresa- jugueteo con las apariencias falsas, Charada dibuja el mapa de una intriga argumental que se multiplica en los rincones más inesperados (le su desarrollo, en el dominio de la ambigüedad de que hacen gala los formidables actores de su reparto, en unos diálogos que combinan con alegría, facilidad y maestría la funcionalidad con la ocurrencia, y finalmente, en la tremenda soltura del director para construir este oscurísimo galimatías con materiales totalmente transparentes. El filme es a estas alturas una obra clásica en la historia de Hollywood. El paso de los años ha añadido a la perfección intrínseca de esta comedia los innumerables rastros que ha ido dejando en otras comedias de intriga posteriores a ella. Hay por ello en la revisión actual de Charada un bonito ejercicio de memoria del cine posterior, que es deudor suyo en sumo grado. La película, vista ahora, se ramifica en muchas otras, orienta y embauca a una buena parte del cine actual o reciente, sin que, por supuesto, éste llegue a alcanzar lo que en el filme de Donen hay de inalcanzable: la frescura de lo que en él está inventado allí, sobre el terreno, y no es refrito de nada, sino hallazgo integral de todo o de casi todo.

Las fugaces escapadas que Donen hace al almacén de ocurrencias del cine de Lubitsch y de Hitchcock, no pagan la originalidad del filme, sino que la acentúan.