_
_
_
_

Quejicas, pero sanas

Kay Dean, partidaria de la autocura, cree que las mujeres se quejan más aunque son más saludables

Milagros Pérez Oliva

Las mujeres se quejan más de su salud, dicen que están enfermas con mayor frecuencia y van más al médico, pero son más saludables, sufren menos enfermedades crónicas, mueren menos prematuramente y viven más años. Esta es una conclusión, no por intuida menos importante, de las investigaciones de Kay Dean, una estadounidense de Minessota que trabaja desde hace años en el Panum Institute, el Instituto de Medicina Social de la Universidad de Copenhague. Allí ha desarrollado buena parte de sus trabajos sobre la autocura, la utilización de medios no profesionales para proteger la salud y sobre el comportamiento ciudadano frente a ella.

Cuando el consumismo ofrece al ciudadano la falaz posibilidad de comprar, casi, su salud y cuando la preeminencia del enfoque curativo tiende a medicalizar por completo la atención sanitaria, investigar sobre la autocura puede parecer que es nadar contra corriente. Pero Kay Dean, doctora en administración de los recursos sanitarios, no lo cree así. Define la autocura como "una posición activa del individuo para preservar y mejorar su salud, una actitud preventiva, entendiendo por prevención el cuidarse e intentar llevar una vida saludable".Sus investigaciones le han permitido constatar grandes diferencias por sexos y por culturas: "En general, las mujeres utilizan más los servicios sanitarios, pero también adoptan una actitud más preventiva. En todas las sociedades, las mujeres beben menos alcohol que los hombres y fuman menos. Entre los hombres se produce una fuerte interacción entre tabaquismo, alcoholismo y sedentarismo. Y es curioso observar que aunque en los últimos años las mujeres fuman más por su incorporación a profesiones estresantes, no beben en cambio más".

No se le oculta a Key Dean que estas diferencias son el resultado de una herencia cultural que dicrimina a la mujer: "Efectivamente, la tradición cultural hace que la mujer pueda expresar más sus dolencias sin que eso provoque rechazo social. He comprobado incluso que el sistema sanitario reacciona diferente ante las mujeres. Se acepta que la mujer tenga molestias porque se parte del prejuicio de que son débiles. En cambio, a los hombres se les supone fuertes y sanos".

Por otra parte, la mujer ha jugado siempre un rol de cuidadora. de la salud, mientras que el hombre ha asociado buena parte de sus fases de crecimiento a conductas insanas. Por ejemplo, pasar de la adolescencia a la juventud implica, en muchas culturas, licencia para fumar o para beber. Y los jóvenes aprenden a hacerlo en grupo, mediante ritos casi iniciáticos. "Luego", explica Kay Dean, "intentan afrontar la fatiga y al estrés del trabajo, o de la falta de trabajo, con esas mismas conductas, que simbolizan fortaleza, y se convierten en fumadores empedernidos y muchos de ellos en alcohólicos".

En general, los ciudadanos no tienen un concepto social de la salud. La perciben como algo específico, sin enmarcarla en las condiciones ambientales o sociales, lo cual supone que "los sanitaristas han tenido quizá demasiado éxito en responsabílizar de la salud al ciudadano".

Factores exógenos

Las campañas de salud pública se han centrado tanto en la prevención de enfermedades mediante la modificación de la conducta individual, que el ciudadano cree que su salud depende exclusivamente de él, cuando en realidad no controla la contaminación, la calidad de los alimentos o los agentes cancerígenos. "Pocas veces se dice que los mayores peligros proceden del medio ambiente, del desarrollo rápido y de la pobreza". Por eso, Dear, considera que debe potenciarse la autocura responsable, es decir, que el individuo pueda tener una participación informada, adoptar una actitud activa para preservar su salud. "Utilizamos mucho los servicios sanitarios, pero lo hacemos incorrectamente. Debemos buscar la mejor interrelación entre servicios sanitarios y autocura, teniendo en cuenta que la mejor autocura es un estilo de vida equilibrado", concluye.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_