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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Colaboración nuclear

ISRAEL Y Suráfrica son países que, por muy distintas consideraciones, no siempre se han distinguido por su respeto a las normas de derecho internacional comúnmente aceptadas por las naciones civilizadas. Verlos ahora unidos en un proyecto militar de alcance nuclear produce estremecimiento. La semana pasada, la cadena norteamericana de televisión NBC reveló que Tel Aviv y Pretoria llevan años asociadas en la fabricación de armamento nuclear: la primera suministra la tecnología necesaria y la segunda pone el uranio enriquecido que se requiere para la producción de un ingenio militar atómico.Ya en 1979, satélites de observación de EE UU comprobaron que se había realizado un ensayo atómico en el océano Indico a partir de una base cercana a Pretoria. Desde entonces, Israel y Suráfrica parecen haberse hecho con importantes arsenales nucleares, aunque en 1987 el primero, presionado por EE UU, aseguró que no volvería a asociarse en proyectos estratégicos con Pretoria. El compromiso en cuestión -Tel Aviv ya ha insinuado que la colaboración ahora denunciada se inició con anterioridad a 1987- revela el desprecio que ambas naciones sienten por el derecho internacional y por la relajación de tensiones que en estos momentos favorece un desarme acelerado. Sería dificil que los dos países convencieran a alguien si invocaran fines defensivos como excusa para la constitución de semejantes arsenales. Pero ni Israel ni Suráfrica dicen nada parecido; se limitan a negar desabridamente la evidencia.

Todo este asunto pone de manifiesto la peculiar fonna de aplicar la ética a las cuestiones de política internacional. En efecto, las revelaciones de la NBC tienen su origen en una filtración de la CIA que es solamente el vehículo por el que la Administración estadounidense pone de manifiesto su imitación con la obcecación israelí ante la cuestión palestina y los planes de paz formulados por Washington y El Cairo. Es también una justificación de la venta de carros de combate de EE UU a Arabia Saudí. En caso contrario, la infbrmación probablemente no se hubiera hecho pública.

Por otra parte, la conversión de Suráfrica en potencia nuclear no hace sino dar la razón a quienes sostienen que se trata de un país que está fuera de toda ley, y que solamente modificará su actitud por la fuerza de la presión internacional y del aislamiento político y ec onómico, si ambas medidas son aplicadas sin excepciones.

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