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¿Ejército Rojo? No, gracias

El comandante y diputado VIadimir Zolotujin explica la desintegración militar soviética

Pilar Bonet

Cuando la Unión Soviética anunció la decisión de recortar su Ejército, el número de solicitudes de licenciamiento fue tan grande que el Ministerio de Defensa tuvo que renunciar urgentemente a su proyecto de abrir las puertas de los cuarteles a todos los oficiales que querían irse y procedió a despedir a los incapaces, manifestó a EL PAÍS el comandante Viadimir Zolotujin, diputado del Parlamento soviético y uno de los militares integrados en el grupo interregional de oposición y en el recién formado Club de Diputados Militares de la URSS.

"El Ejército refleja la sociedad casi como un espejo. Hay insatisfacción en la base, y las decenas de miles de peticiones de licenciamiento de jóvenes oficiales pueden considerarse como una huelga pacífica", señala VIadimir Zolotujin, de 31 años, un ejemplo de la nueva generación de militares que han perdido el miedo a expresarse libremente, dispuestos a parar los pies al Ministerio de Defensa cuando éste intenta dar consignas a los diputados de uniforme y a presentar batalla cuando se trata de los problemas sociales del cuerpo.Zolotujin pertenece a un tipo de oficiales como los que se han agrupado en Shchit (Escudo), un primer sindicato militar con reivindicaciones sociales, económicas y políticas. El comandante, ruso de nacionalidad, estuvo en la guerra de Afganistán y viene de Taskent, en la República Soviética de Uzbekistán, donde trabaja en una revista militar. En Taskent, centro de la región militar del Turkestán, se crió, se graduó con medalla de oro en la academia y fue elegido diputado en marzo, pese a la resistencia de la jerarquia militar, ya que "no estaba programado". Solotujin dice luchar para que las ordenanzas y normativas que rigen en el Ejército se ajusten a la Constitución de la URSS. "Hoy, las ordenanzas militares están en contradicción con la Constitución, y por eso soy favorable a una ley de defensa que obligue al ministerio a adoptar otras ordenanzas".

Las rígidas ordenanzas

"Vea un caso concreto: un oficial no puede cambiar de profesión, y si se decepciona y quiere dejar las fuerzas armadas, no puede hacerlo porque, según las ordenanzas, esto sólo es posible por enfermedad o por descrédito, es decir, si bebe o no cumple sus tareas. Hay oficiales que, adrede, han empezado a beber o no acuden al trabajo para que les echen".El deseo de licenciarse tiene su origen en las condiciones del servicio. Zolotujin habla de la arbitrariedad del horario, de las vacaciones no garantizadas, de la responsabilidad de los oficiales por los delitos cometidos por sus subordinados, de los bajos sueldos y de la falta de viviendas y de plazas escolares. "Por ejemplo, un teniente recién licenciado, con mujer e hijos, es destinado a una ciudad de provincias en Asia central y recibe un sueldo de 230 rublos. La esposa no trabaja, el piso que debe alquilar le cuesta 70 rublos. Si echa cuentas resulta que está por debajo del salario mínimo, con el agravante de las condiciones climáticas, la presión moral, la falta de bienes de consumo en las tiendas, etcétera".

"Los problemas se acumularon durante muchos años. No les prestaban atención. Creían que los oficiales iban a aguantar de cualquier modo, dado que en su juramento se han comprometido a aguantar estoicamente todos los sufrimientos de la vida militar, y este principio se convirtió en la base de la política social del Ministerio de Defensa. No hacía falta resolver ningún problema. En la nueva ley de defensa y los estatutos del estamento militar, el oficial tendrá derecho a pasar a la reserva. Ahora mucha gente se va. El Ejército se desintegra. El prestigio del servicio militar ha descendido mucho. Nuestro Ejército no es aceptado como una parte de la sociedad, sino que se le ve como un organismo aislado y muy a menudo enfrentado a la sociedad'.

Como en la sociedad civil, en el Ejército, los beneficiados del sistema de privilegios se resisten a abandonarlos, señala Zolotujin, que no es partidario de soluciones radicales en este ámbito. "Temo que si comenzamos a quitar los privilegios de forma muy decidida puede haber serias consecuencias. Hay que hacerlo de forma inteligente, y la única institución que puede hacerlo es el Soviet Supremo de la URSS". El oficial vería con buenos ojos el nombramiento de un civil como ministro de Defensa.

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Zolotujin intervino activamente en el debate sobre la aministía para los que cometieron delitos en Afganistán. "Tal anmistía sería una muestra de que el Soviet Supremo reconoce el carácter delictivo que tuvo esta guerra. Afganistán fue una aventura política, pero no militar, ya que los militares, desde el punto de vista de la táctica y la estrategia, tenían posibilidades reales de lograr una victoria si se hacía el esfuerzo correspondiente".

La lección de Afganistán

Afganistán le enseño a Zolotujin a "no aceptar todo a ciegas. Seguramente nos habían educado para que no pensáramos. Nos decían: 'Hacia adelante', y todos íbamos hacia adelante. Afganistán sembró dudas. Fue una buena lección. Fui a Afganistán muy joven. Para mí no fue una tragedia. Era corno un espectáculo cinematográfico que no tenía nada que ver conmigo. No tenía miedo, ni alegría, ni nada. Era como un sueño, como estar hipnotizado. La comprensión vino después. Entonces fue horrible. Afganistán fue una historia dolorosa para nuestro país. A mis padres les dije que había estado en Afganistán al volver, y mí madre se murió de infarto una semana después de mi regreso".Zolotujin estaba en el Congreso de los Diputados Populares el día en que el físico Andrei Sajarov fue abucheado por denunciar un presunto ataque militar soviético contra sus propios hombres en Afganistán. A Zolotujin "le dio vergüenza estar en la sala, que denigraba y expresaba desprecio a una persona porque no piensa como las otras".

Dice, sin embargo, que "no todos los militares abuchearon a Sajarov. El teniente general VIadimir Shkanakin, jefe de las fuerzas aéreas de la región del Turkestán, no se levantó.

¿Permite el carácter del Ejército soviético actos como los que denunció Andrei Sajarov? "Sobre este asunto hablé con el jefe de una unidad de helicópteros como los que mencionó Sajarov. Le pregunté sí algo así podía haber ocurrido, y contestó que, de haber recibido una orden semejante, no se hubiera encontrado una tripulación de acuerdo en cumplirla y disparar sobre los suyos. Si se hubiera encontrado, tal vez no hubiera regresado del siguiente combate porque los compañeros no la habrían protegido". Solotujin recuerda que durante la II Guerra Mundial, la URSS tenía destacamentos especiales en la retaguardia que disparaban sobre los que se acobardaban. "Y no me sorprendería enterarme de que algún jefe de grado medio idiota hubiera dado órdenes... No me sorprendería, pero estoy seguro de que la dirección superior no ha dado esta orden, estoy seguro. Por error ha habido muchos casos de disparo sobre las propias tropas. A mí dos veces casi me matan nuestros soldados". ¿Cree Zolotujin que el Ejército soviético es más peligroso por error que por capacidad de combate? El comandante Zolotujin se ríe y afirma que el Ejército debe cambiar sus criterios cuantitativos por criterios cualitativos.

Por lo demás, Zolotujin está a favor de la propiedad privada y la abolición del artículo 6º de la Constitución, que fija el papel dirigente del Partido Comunista de la URSS (PCUS). "Me parece que el artículo 6º debe ser abolido, porque cuando se votó, en 1977, la Constitución, el PCUS dejó de ser una fuerza política y se convirtió en una parte del sistema de ordeno y mando, de la máquina estatal.

¿Es el Ejército norteamericano un ejemplo para Zolotujin? "Allí, para ser general hay que pasar una prueba y demostrar a una comisión que eres el mejor, y así el mando va a parar a las personas más competentes. Supongo que esto podría ser un modelo para nosotros, porque aquí no es posible siquiera saber de acuerdo con qué principio se efectúan los ascensos. Lo más frecuente es tener algún pariente en el Ministerio de Defensa".

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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