Gran obra de libertad

Esta obra es vital, alegre, misteriosa y profunda. Y dialéctica. Quizá es demasiadas cosas, que rebosan de su brevedad; deja tiempo para pensarla después. La técnica no es nueva: una buena parte de ella resulta ser el ensayo de una obra de teatro en la que se discute sobre el teatro, y la actriz busca a su autor -o directora-, como en las mejores familias escénicas, para hacerle sus reproches. Pero la actriz puede no ser la actriz, sino el espíritu de la Malinche -la doña Marina de Hernán Cortés- y sus reproches los del indigenismo contra las sucesivas conquistas hata la actual-; espíritu del personaje y actriz se mezclan, y sus denuncias van también contra quienes venden cualquier cosa -la obra de arte, el teatropara poder salir del país cerrado y agobiante, del comunismo que asfixia. Se da la vuelta cuando se descubre que es un ensayo; y la actriz es la directora, y aparece el autor, y las razones de todos son valiosas, y se discute el derecho a la libertad, y su esencia misma, y el comunismo y el patriotismo, y el derecho a vivir y a trabajar sin persecuciones ni trabas. Está presente, por seguir con Pirandello, "la razón de cada cual". Con honestidad y sin trampas.

Chispazos de humor

Está muy lejos del panfleto; es capaz de mostrar con sinceridad, y al mismo tiempo con crítica abierta, todos los puntos de vista sobre la situación misma de Cuba, con una considerable libertad de expresión. Y con una alta calidad literaria del autor, Alberto Pedro, capaz del diálogo de la lírica como del chispazo continuo del humor. Y de la capacidad de síntesis, de mezclar situaciones personales, relaciones amorosas, creaciones de lenguaje diferentes -imitación del teatro, imitación de los conquistadores-, salidas que se abren y le cierran en tan poco tiempo. Es una de esas obras que permiten saber que el teatro todavía existe.Los tres actores, Ramón Veloz, Elvira Enríquez y Celia García, están en consonancia con la obra; desconcierta un poco a! principio, hasta que se sabe que una cierta teatralidad que sobrepasan es precisamente parte del juego escénico; dicen sus monólogos con calidad y son capaces de desentrañar la complejidad de lo escrito de forma que aparezca siempre claro, para lo cual se supone una gran ayuda en la dirección de Miriam Lezcano.

No hubo demasiado público en su presentación en el Círculo de Bellas Artes. No hay mucha confianza en Madrid en el teatro iberoamericano -ésta es la primera de las obras traídas aquí desde el Festival de Cádiz-, y el de Cuba debe de parecer en principio dogmático y obligatorio, y sospechoso cuando lleva un título de bolero como Pasión Malinche, del que más tarde se ve que es irónico. Esta obra es sobre todo una muestra de libertad mental y de apertura de muchos caminos. Una enseñanza.