La fidelidad en peligro
Lentamente, con gesto preocupado pero sereno y concentrado, el general Manuel Antonio Noriega, jefe de las Fuerzas de Defensa de Panamá, recorrió ayer los pasillos en los que un día antes estuvo a punto de perder el poder y la vida. Pensaba, seguramente, que ha podido superar el segundo intento de golpe en un año y medio, pero que lo hizo a costa de un fuerte desgaste de la unidad del Ejército y de su propio liderazgo.Aunque el número de muertos sólo ascienda a seis, como decía ayer la Prensa oficial, o a 10, como afirmó después un comunicado oficial, esta cifra resulta ya muy alta en la psicología de unas fuerzas armadas que no tienen tradición de dispararse entre sí. Noriega sabe que esto va a poner en peligro la fidelidad de algunos sectores militares.
El fracasado golpe de Estado del martes, protagonizado por oficiales de supuesto historial norieguista, obligará al general a reflexionar sobre su verdadero grado de control de las Fuerzas de Defensa. Durante los últimos meses, Noriega había acomodado el escalafón militar según su propia voluntad. Son, por tanto, los mismos oficiales a los que él puso en puestos claves los que le han traicionado.
Tanto o más que eso le ha tenido que doler a Noriega el descubrimiento de una voluntad golpista entre oficiales de media graduación. Es precisamente a los oficiales medios a los que Noriega hizo hablar en su favor el pasado mes de mayo en las horas amargas de las elecciones anuladas.
El cerco se le estrecha al jefe militar panameño. Su talento natural, su capacidad de maniobra y su valor parecen muchas veces inagotables pero, como un destino al que no puede escapar, ve cómo se le acorrala milímetro a milímetro. Su opción más inmediata y predecible es la de un mayor endurecimiento del régimen, aunque no se vislumbra todavía la alternativa propuesta ayer por algunos locutores de la emisora de radio nacional: el desmantelamiento del poder civil y la concentración de todo el mando en las manos de Noriega.
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