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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Psicoanálisis de una miseria

El gran protagonista no está en escena; es la Madre, con la mayúscula del antiguo mito: devoradora, castradora, posesora. Los personajes en escena son dos de sus víctimas, situados en una situación enfrentada de superioridad de uno respecto a otro; a la Madre la evocan en sus confesiones, en sus propias presencias disminuidas, en sus refugios psicológicos. Pronto se van reconociendo como de la misma casta, intercambiando sus confidencias, su impotencia, su sexualidad, su horrible estado de dependencia, y por consecuencia final, el repudio del uno por el otro, al verse reflejados en el desgraciado ser de enfrente.Es un diálogo largo -más de hora y media- compuesto por las variaciones del tema y el enfrentamiento con que comienza y termina la situación de los dos personajes. Los dos actores lo sostienen con una interpretación en la que la teatralidad de los caracteres, llevados al máximo de su reconocimiento y su autoinspección, la llevan con la sobriedad posible de dos grandes intérpretes. Vicente Díaz es el más humillado, el que ha perdido incluso la soltura de hablar o de moverse de su silla, afligido además por un defecto genético en las manos por el que su madre le definió como monstruo. Dice su texto con naturalidad, sencillez, un poco de cinismo; atrae, y como es un drama de compasión, la despierta en los espectadores: horror y piedad de la tragedia clásica. José María Pou es un actor fuera de lo común. Es el listo, el payaso blanco de este encuentro circense, y es capaz de transportar consigo un misterio y una frialdad aparentes; pasa después a la confidencia, y al final recupera su interiorización, rehace el misterio con su desgracia y con su distancia, cuando ve cómo el otro le refleja demasiado.

Amado monstruo

Novela de Javier Tomeo adaptada al teatro por Joelle Gras, Jacques Nichet y J-J. Préau. Interpretes: José María Pou y Vicente Díaz. Madrid, sala Olimpia, 3 de octubre.

La interpretación de estos dos actores vale, por sí sola, la obra. Están envueltos en unas luces frías y también misteriosas, graduales: no psicológicas o artificialmente destinadas a subrayar momentos y palabras, sino con la vida propia de la luz cambiante en. una habitación, con sus conmovedoras sombras, sobre un decorado simple de azul frío.

Concesión

Este psicoanálisis no es artificial. Se conocen demasiados casos en la vida cotidiana como para relegarlo a la mera imaginación del autor, el novelista Javier Tomeo, o a la acentuación de la adaptación teatral de los franceses que la presentaron en París. Allá cada espectador con las interpretaciones que quiera sentir o que se adecuen más a su aventura o sus desdichas en la vida. Es una cuestión particular. Lo que conmueve es la doble, o única, confesión. De ella se desprende, sin duda, algo desagradable, algo repugnante: lo que la condición de monstruos requiere, junto con la ternura que inspiran. Y la fascinación. Probablemente el trabajo actoral es lo que más impresiona, con su deuda normal a la buena y cuidada dirección de Jacques Nichet y de Jean-Jacques Préati. En el teatro más íntimo, reducido y apiñado en que se estrenó en París multiplicaría su valor. Pero el tamaño y la oquedad de la Olimpia no pueden con su fuerza; se consiguió la emoción y el aplauso reiterado.

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