Peter Ludwig: "Los empresarios tenemos la obligación de coleccionar y mostrar"
El coleccionista alemán inaugura en Barcelona la exposición 'De la Revolución a la perestroika'
Peter Ludwig, uno de los más importantes fabricantes de chocolate del mundo, vive tan apasionadamente su colección artística que no se limita a cómprar piezas, sino que conoce profundamente a los artistas y sus motivaciones y es capaz de explicar hasta el último detalle de cada uno de sus cuadros. El mayor de sus placeres es mostrar, ceder o prestar parte de sus fondos. "Los empresarios, las personas que poseemos medios económicos e interés por la cultura, tenemos una obligación con la sociedad de coleccionar y mostrar". Ludwig inauguró ayer en el Palau de la Virreina la exposición De la Revolución a la perestroika. Arte soviético de la colección Ludwig.
Ludwig ha puesto sus ojos en Barcelona. Tras meses de negociaciones, ha hecho una oferta al futuro Museo de Arte Contemporáneo de la capital catalana. El empresario no quiso dar más detalles de su negociación con los responsables del museo, y se limitó a decir que es una oferta en firme: "Yo soy como un invitado; la decisión es del museo y yo no puedo inmiscuirme en sus decisiones. Ellos tiene la palabra". Ludwig no ocultó que se sentiría "muy orgulloso" de llegar a un acuerdo, para que Barcelona, "una ciudad abierta, centro de cultura europea, que ha dado nombres clave del arte del si glo XX, como Picasso, Dalí, Miró o Tápies", acoja parte de sus fondos.De la Revolución a la perestroika, que permanecerá abierta hasta el 30 de noviembre, comprende unas 150 obras (pintura, dibujo y escultura) de dos períodos diferentes: obras de las vanguardias históricas y piezas de artistas soviéticos Contemporáneos. En el primer 'apartado ofrece obras de artistas como Malevich, Popova, Tatlin o Rodchenko, por citar sólo algunos. De Malevich, por ejemplo, se expone en la Virreina una selección de 12 piezas realizadas entre 1907 y 1933; de Rodchenko, 18 piezas (pintura, fotografía, fotorriontaje, dibujo sobre alumninio ... ) que abarcan el período 1918-1948.
El apartado dedicado a los artistas soviéticos contemporáneos incluye algunas piezas de los años sesenta y, sobre todo, de finales de los setenta y los ochenta. La producción contemporánea se caracteriza, a juicio de Ludwig, por "una segura influencia del arte occidental, pero con raíces muy profundas en su propia cultura, cultura que responde a un Estado plurinacional. Refleja también toda la controversia que se vive en la Unión Soviética". En los últimos años, el arte soviético ha experimentado un considerable auge, que responde, dice Ludwig, "a la gran convulsión que vive la sociedad soviética, que necesita expresarse por todos los medios".
Ludwig cita como ejemplo de la nueva libertad que se respira en la URSS y de la necesidad de los intelectuales de revisar el pasado, una enorme composición titulada 1937, pintada en 1986 por Dimitri Xilinski, y dedicada a las víctimas de la represión. El cuadro reproduce la detención del padre del artista ante los ojos horrorizados de su familia. El padre fue ejecutado. Xilinski ha incorporado a la pintura el facsímil del documento de rehabilitación mediante el cual se comunicó a la familia, en 1956, que el ejecutado era inocente. Una primera versión de este mismo tema fue expuesta en Moscú y adquirida por el Ministerio de Cultura soviético. Otro ejemplo es un sombrío tríptico de Obrosov, expuesto también en Moscú, que muestra la detención de sus padres durante la época de Stalin.
"Este tipo de convulsión que vive la URSS no se da en Europa, donde ya no hay lucha de clases, donde se acepta y asimila todo", explica Ludwig. "Por ello, por el tipo de transformación tan interesante que se está viviendo en la URSS, el arte soviético no sólo es importante para ese país, es importante para nosotros porque nos muestra y nos ayuda a comprender lo que está pasando en ese gran país".
Otra característica de la reciente producción artística soviética, que se recoge también en la exposición, es el resurgir de los motivos religiosos. Ludwig señala la escultura religiosa Hombre llevando una cruz, de Nina Xilinskaia, de 1979. La talla reproduce la cara del escritor Alexandre Solynitsin. "En la época en que fue hecha, no se podía decir que era el escritor, pero todos los artistas e intelectuales lo sabían y se consideraba un homenaje a Solynitsin", dice el coleccionista.
Ludwig explica que tuvo ocasión de entrevistarse con diversos artistas soviéticos que se inspiran en motivos religiosos. Quedó tan impresionado por sus obras que les preguntó: ¿Vosotros creéis en Dios? Y le contestaron: 'Dios es lo más importante. Es la vida y la única realidad"
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