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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una nostalgia activa

Obra póstuma de Giraudoux, La loca de Chaillot se estrenó en París en 1945, por Louis Jouvet y Margarite Moreno: dos grandes fieras del teatro. José Luis Alonso la introdujo en 1962 en España (teatro María Guerrero) con Amelia de la Torre y José Bódalo: hace ahora una reconstrucción. Sus protagonistas murieron: puede que el recuerdo de lo que fue un gran éxito invente algo y ponga mucho de su parte en la inútil comparación. La escenografía y los trajes están hechos sobre los mismos bocetos de otra persona enaltecida por la memoria: Víctor María Cortezo. Todo ahora tiene la misma fecha de entonces, con el oro viejo de lo arcaizante: una abundancia de lenguaje de la retórica poética, una teatralidad lírica de personajes insólitos, un cuento de hadas, una ilusión de que los explotadores van al infierno. En París mismo, su estreno y su resurrección en 1965, por Edwige Feuillére ( que ahora, a los 82 años, acaba de estrenar una obra) se vieron oscurecidos por la irrupción de Sartre, de Beckett, por el descubrimiento de Ionesco, que cambiaban el rumbo del teatro y algo más: el de un entendimiento bastante más miserable y crudo de la vida misma que, en efecto, se instalaba.

La loca de Chaillot

De Jean Giraudoux. Intérpretes: Jaime Tamarit, José María Vara, José Jordá, Mari Carmen Esteve, Emiliano Redondo, Jorge Britez, Antonio Duque, Carlos Lucena, Emilio Alonso, Víctor Jiménez, Silvia Marsó, José Salcedo, José Jara, Amparo Rivelles, Manuel Aguilar, Fernando Navas, Roberto de la Peña, Alberto Cembreros, Pedro Pablo Juárez, Margot Cottens, Lili Murati, Margarita García Ortega, Carmelo Sayago, Jorge Seoane, Isidro Berio, Juan de la Cruz, Juan Ramón Pérez, Carmelo Alcántara. Escenografía y figurines: Víctor María Cortezo. Dirección: José Luis Alonso. Festival de Otoño. Teatro Alcázar, 27 de septiembre.

Sentido ecológico

Entre nosotros, la actualidad que puede mover hoy La loca es la de un sentido ecológico -la queja de la ciudad bella, y sus flores, sus árboles y sus viviendas; sobre todo, sus seres humanos, destruida por la explotación; la conversión del dinero en adoración única que sustituye los ideales- y la fuente de un teatro a cuyo lenguaje nos hemos acostumbrado: el del primer Miguel Mihura. Tres sombreros de copa es de 1932, aunque no se estrenó hasta 1952. Giraudoux había comenzado el teatro en 1928 (Sigfrido) después de haber escrito siete novelas. Era un aire de la época; el humor con ternura y poesía, briznas del surrealismo, la oposición entre una locura aparente pero humana y una razón destructora, los personajes estrafalarios y queridos... Aunque Mihura tuvo siempre un sentido un poco más amargo, pesimista, desesperanzado.Nostalgia es lo que trae José Luis Alonso con esta reposición. No sólo para los que vieron La loca ... en su gran momento de esplendor, sino también para quienes no la vieron nunca y encuentran un testimonio de una gran manera de hacer teatro, e incluso de la reconciliación entre la literatura llamada pura y el teatro, senda que luego siguieron otros escritores-autores, y finalmente desapareció. Nostalgia de una época de ilusiones, y acusación permanente entre el sentido dé lo humano o de la vida a la medida del hombre y el de la explotación. Nada en esta obra es inútil; cada frase o cada situación, y los personajes, están cargados de un sentido en el que humor y poesía no hacen más que atenuar educadamente la fuerza de sus acusaciones y la denuncia de los abusos de lo que aquí se llama intermediarios.

Hasta en la dirección de actores José Luis Alonso procura la reconstrucción de su estreno de 1962, cuando las palabras de Giraudoux tenían un mordiente mucho más espectacular y mucho más real que ahora. Amparo Rivelles busca un sentido de majestad mezclada con amor, justicia implacable y ternura simultánea; Carlos Lucena, el trapero declamador; Silvia Marsó, la inocencia invulnerable, por citar a los tres que tienen a su cargo los monólogos testimoniales de la obra; y Margot Cottens, Lili Murati y Margarita García Ortega en el coro de las locas, las tres veteranas con tanto teatro a la espalda. El reparto es amplísimo.

Para el público fue un regalo: tardó en entrar, pero lo hizo luego con entusiasmo, y sobre todo con el agradecimiento de que le confiara una obra que podría hoy no tener más significado que el puramente cultural. Se aplaudió mucho, se rió algo, y José Luis Alonso salió al final con sus actores: se reiteraron para él las ovaciones.

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