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Jorge Lavelli: "El tema de 'Opérette' es la desnudez"

El montaje de la obra de Gombrowicz inaugura mañana el Festival de Tardor de Barcelona

El estreno de Opérette, montaje de Jorge Lavelli -argentino nacionalizado francés- de la obra del polaco Witold Gombrowicz, inaugurará mañana en el Mercat de les Flors la primera edición del Festival de Tardor de Barcelona. Lavelli, que conoció bien a Gombrowicz, acomete por segunda vez la puesta en escena de esta pieza, que trata "de una forma ligera, divertida", dice, "un tema fundamentalmente grave: el fracaso de las ideologías". "Opérette tiene un tema central, la desnudez" señala el director; "arrancad vuestras máscaras, vuestros disfraces', dice Gombrowicz, 'buscad vuestra autenticidad, vuestra desnudez".

"Witold Gombrowicz era un hombre elegante", recuerda Lavelli contemplando una extraordinaria foto de pasaporte del escritor polaco, "con algo de campesino, con algo rural. Tenía un carácter ácido y desconfiado, era un poco o un mucho actor; siempre estaba tratando de dar opiniones a contracorriente: un provocador". "Padecía asma y por su enfermedad caminaba incluso con cierta dificultad"."Yo introduje su teatro en Francia; monté Le mariage en 1963", continúa el director, que anuncia la próxima publicación en Francia de dos libros con textos inéditos del autor, fundamentalmente artículos periodísticos; "Gombrowicz vivió 25 años en Argentina; él se decía aristócrata y lo era, más de sangre que de dinero; se burló siempre de la aristocracia, pero la reivindicaba en cierto modo; en Buenos Aires se le conocía por El conde, se ganaba la vida trabajando en el Banco Polaco, jugando al ajedrez e impartiendo clases de filosofía. En Buenos Aires siempre fue un hombre marginal".

"Opérette trata varios temas; la aristocracia, desde luego, está en el corazón mismo de la obra, pero, bien, de lo que se trata es de constatar el fracaso de las ideologías de este siglo; Gombrowicz no pretende una obra histórica, sino una simplificación; el propósito es denunciar, poner en evidencia ese fracaso. El de Gombrowicz es un pensamiento destructor, negativo y anárquico, Gombrowicz es un anarquista profesional; asimila moda a ideología, moda a historia. La desnudez es una respuesta filosófica, es lo opuesto al mundo de la forma, al hombre prisionero de la forma. En la pieza, en alguna pequeña corte de algún lugar de Europa, la única preocupación es seguir los dictados de las modas hasta que una corriente de aire, el viento de la historia, arrastra con todo y llega un nuevo gusto, más siniestro, terrible, el nazismo. En un mundo desordenado, los personajes se transforman, están a la busca de su propia identidad y entonces la desnudez simboliza el desenmascaramiento. Esto, que parece tan complicado, es una llave de lectura, pero la obra es fácil de entender, es eso: una opereta, la comprensión es inmediata. La habilidad de Gombrowicz es enorme: algo tan grave y algo tan ligero. Y poner eso en escena, ese equilibrio, es un asunto difícil; la primera vez, en 1971, en el Schauspielhaus de Bochum, en la RFA, subrayé lo dramático que hay en el fondo y la opereta no funcionó. Hoy la Opérette tiene un aporte nuevo, una cierta esperanza; ese mensaje de desnudez es luminosci", medita Lavelli.

Para esta versión de Opérette Jorge Lavelli ha utilizado música del pianista, compositor y director polaco Zygmunt Krauze. "Gombrowicz dejó indicaciones claras sobre cómo había de ser la música de Opérette en una carta que me escribió. No debía ser una música modernista, sino despreocupada, fácil, con citas de operetas vienesas. De ahí el sentido del título", dice. Pero Krauze no ha seguido al pie de la letra las indicaciones de Gombrowicz. Su música, especialmente compuesta para el montaje, es para un septeto: piano, violín, violonchelo, trompeta, clarinete, trombón y percusiones. Pero los intérpretes son polivalentes, lo cual permite introducir otros instrumentos, como el órgano eléctrico, el acordeón -particularmente caro a Lavelli, que tiene un montaje con músicas de Astor Piazzolla- y diferentes instrumentos folclóricos.

Opérette es una coproducción del Théâtre National de la Coline (TNC), de París, que dirige Lavelli, en la que también interviene el Festival de Tardor. Tras la presentación de Opérette en el TNC, el 12 de octubre, Lavelli montará A la grecque, del británico Steven Berkoff, obra "de una rara violencia, de una gran agresividad de lenguaje y al mismo tiempo de un lirismo conmovedor".

Lavelli se ha interesado en repetidas ocasiones, a lo largo de su carrera teatral, por la relación entre escena y música. Ha realizado la puesta en escena de numerosas óperas, entre ellas Idomeneo (1975), La traviata (1976), Pelleas et Melisande (1977), Alcina (1978) y La bodas de Fígaro (1979). Precisamente este verano ha vuelto al festival de ópera de Aix-en Provence -escenario que no pisaba desde diez años atrás- con un nuevo montaje mozartiano: La flauta mágica.

"Opérette plantea un problema similar a las óperas de Mozart: el equilibrio entre la ligereza y la gravedad", destaca el director. Desde su actual cargo como director del Théâtre de la Colline Lavelli va a dedicar poco espacio a la ópera, ya que para ese espacio impulsa una programación preferentemente atenta al teatro dramático contemporáneo. "Pero no abandono el género por completo", puntualiza. "A finales de temporada estrenaré una ópera de creación de Michel Favardi, en la bienal de Munich y en el festival de ópera de Viena".

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