La OTAN, 40 años más todavía
Hay quienes piensan que la evolución política de la URSS y el fin del imperio del mal convierten a la OTAN en una institución superflua. Sin embargo, el autor del artículo defiende la necesidad de mantener la Alianza Atlántica, a la que le atribuye el objetivo de contrarrestar las perjudiciales presiones del gigante soviético.
De las organizaciones suele decirse que persiguen dos objetivos básicos: hacer algo respecto a sus fines y, sobre todo, perpetuarse, perdurar en el tiempo. De ahí que mientras que en Bruselas el secretario general de la OTAN, el alemán Manfred Woerner, y los representantes de los 16 países miembros celebran satisfechos y orgullosos los 40 años de vida de la Alianza, lo cierto es que esta visión complaciente de la OTAN es cada día más restringida y muchas voces levantan dudas e incertidumbres sobre su futuro. Al fin y al cabo, si con Gorbachov la Unión Soviética está en el camino de una profunda transformación que promete un cambio radical y positivo de su naturaleza militarista y agresiva, ¿para qué queremos la OTAN? ¿No sería mejor iniciar su desmantelamiento progresivo?No, no sería mejor. ¿Por qué? Porque vivimos en un mundo cuyos actores principales siguen siendo los Estados soberanos e independientes y en el que la resolución de conflictos reside en última instancia en la fuerza relativa de cada uno. En el mundo moderno, el orden internacional es un orden sobre todo frágil, en el que las amenazas, al igual que la energía, ni se crean ni se destruyen, sólo se transforman. Por tanto, asegurar que ninguna veleidad política llegue a convertirse en una acción militar, ni que ésta, llegado el caso, pueda conducir al agresor a una fácil victoria es y tiene que seguir siendo, por fuerza, un objetivo a mantener por parte de los Estados. Y eso, para las democracias occidentales y europeas, sólo es posible a través de la cohesión y la solidaridad de la Alianza Atlántica.
Es cierto, efectivamente, que desde su nacimiento y durante sus cuatro décadas de vida, el mayor aglutinante de la Alianza ha sido precisamente la persistencia de eso que se llama la amenaza soviética, esto es, el poderío militar de la URSS y su política de intimidación y expansión. Pero las defensas de la OTAN, siempre escasas de recursos salvo a la amenaza a la escalada nuclear, dicho sea de paso, no han estado ahí sólo para resistir e impedir una invasión de su territorio, sino para garantizar nuestra independencia y libertad. Para ser el amo de Europa, Moscú no necesita ocupar ningún territorio -salvo en último extremo- sino, como bien entendieron los padres fundadores de la Alianza, explotar políticamente su potencial bélico, intimidar, presionar. 0 si se prefiere, finlandizar. La firma del tratado de Washington el 4 de abril de 1949 simbolizaba el deseo y la voluntad de sus miembros de resistir incluso, llegado el caso, frente a la amenaza más brutal, la militar.
Se podrá decir que la futura URSS de Gorbachov, si triunfa la perestroika, no será ya el imperio del mal ni la potencia revolucionaria de otrora. Y puede que llegue a ser cierto. Pero también lo será que continuará disfrutando de un status de superpotencia gozando de una ventaja aplastante en lo militar -y no sólo- sobre todos y cada uno de sus vecinos. En este país siempre ha gustado decirse que nuestra relación con EE UU estaba viciada por nuestra estatura de enano frente a tamaño gigante. En el caso de una URS S perestroikizada, la talla, los números, hablarían también por sí mismos, con el agravante de confrontarnos con un régimen cuya moral política está muy lejos de los valores que hoy, disfrutamos en la sociedad occidental y en el que los derechos más elementales de las personas han estado sistemáticamente negados. No lo olvidemos.
Hipótesis de una invasión
En fin, a los planificadores militares de la Alianza -como a quienes nos dedicarnos a los análisis de defensa- cada día les es más difícil imaginar un escenario plausible en el que la URSS comienza una invasión de Europa. Es cierto. Pero también es verdad que a esos mandos militares les es todavía más dificil encontrar los medios con los que contrarrestarla en la hipótesis de que se produjese. Y hacen bien al quejarse de ello, porque la misión de todo buen militar, no nos engañemos, es ganar las guerras cuando se producen. Ahora bien, la Alianza Atlántica no es una organización puramente militar, sino esencialmente política, y por eso debe sobrevivir al escenario simplista de una invasión de Europa. Escenario, por lo demás, que ha negado desarrollando una cierta capacidad disuasoria y que ahora pretende desterrar definitivamente a través de las negociaciones sobre desarme convencional que se han abierto este marzo pasado en Viena, en donde la OTAN ofreció a los soviéticos y a sus aliados reducir a la mitad los carros de combate, las piezas de artillería y los blindados de personal hoy existentes en la Europa del Atlántico a los Urales. Queda ahora llegar a un acuerdo.
¿Por qué no desarmar más rápidamente? Es posible que la URSS actual no quiera una agresión sobre Europa -es muy, probable que tampoco lo haya pretendido antes- pero por su propio papel de gran nación, superpotencia o imperio, la URSS siempre ha estado interesada en anular las capacidades militares defensivas occidentales que le supusieran un impedimento en su libertad de acción. En la Europa del Este o en otras partes del mundo. Ha buscado la parálisis y la Inacción occidental ante su política. Y para ello tanto le valía una enorme acumulación de medios militares que compelieran y disuadieran a los miembros de la OTAN de no hacer mucho o nada como un control de armamentos que restringiese las escasas opciones militares aliadas. Ese es el único problema de Viena y no los números, que por acabar con el fantasma de la invasión la OTAN debe también reducir sus menguados efectivos, con lo que la defensa aliada se vuelve más impracticable, si no imposible. Y si no somos capaces de garantizar, en teoría, una línea de defensa viable, llegaremos a no ser capaces de garantizar la independencia y la libertad de nuestras propias ideas. Todo bajo la sonrisa afable de Gorbachov, quien conoce bien aquella frase del general chino Sun Tzu, escrita allá por el 500 antes de Cristo pero todavía válida: "Los expertos en el arte de la guerra son quienes someten al enemigo sin combate".La OTAN es lo único que tenemos para frustrarlo.
es director del Grupo de Estudios Estratégicos (GEES).
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