La infancia masificada
Mecano
Ana Torroja (voz), José María Cano (piano, teclados, guitarra, bajo, acordeón, voz), Nacho Cano (teclados, guitarra, voz), Óscar Astruga (batería), Ignacio Mañó (bajo, guitarra, teclados, coros). Auditorio de la Casa de Campo. Madrid, 16 de septiembre.
¿Cómo se puede explicar el que un conjunto de canciones se instalen en la memoria popular de una generación? ¿Qué fenómeno químico-sociológico-musical permite congregar a 60.000 personas en un recinto abarrotado hasta el riesgo, para escuchar esa perfecta coexistencia de melodías y textos qué es Mecano? El. trío madrileño formado por Ana Torroja y los hermanos José María y Nacho Cano ha conseguido en ocho años calar muy hondo en la sensibilidad, de un público adolescente e infantil a través de un puñado de canciones que representan una conjunción espontánea entre lo que necesita el público y lo que ofrece el grupo, en una simbiosis natural, no forzada en su origen y con un fuerte componente sociológico.El triunfo de Mecano es el de la adolescencia instalada, en la sociedad de consumo, que ha encontrado en el grupo su medio de expresión idóneo. El intuitivo, legítimo y carismático hallazgo de José María y Nacho Cano como compositores ha sido la creación de un estilo único y propio, sin referencias ajenas, basado en unas líneas melódicas que reúnen inocencia, sencillez, naturalidad, ternura y ambigüedad. Son canciones que parecen salidas de una cajita de música, con Ana Torroja como prima ballerina. Sus danzas, movimientos y palabras encajan perfectamente en ese lenguaje pop que es aceptado tanto por los más jóvenes como por generaciones maduras deseosas de recuperar infancias.
Sucesión de éxitos
El concierto de Mecano en Madrid fue una sucesión de 26 éxitos que mostraron las virtudes y carencias de un grupo admirado hasta el delirio. La extrema sencillez de sus discos queda endurecida en directo con un planteamiento más enérgico, que disimula las limitaciones de José María y Nacho Cano como instrumentistas.
En el escenario, nacho es puro aspaviento, mientras José María representa la naturalidad. Ambos cubren un espacio sonoro que apenas tiene matices, con un sonido confuso en el que los fallos en la ejecución quedan disimulados. Pero Mecano puede permitirse estos fallos y más, porque su pública no exige. Simplemente espera feliz que, una tras otra, interpreten canciones conocidas -todas los son- para continuar el espíritu de la fiesta.
Por encima de la interpretación; de limitaciones técnico-musicales; de propuestas escénicas originales y de la necesidad de emplear los mejores medios en luces y un sonido mejorable, Mecano vale lo que valen sus canciones. Quizá por esto los mejores momentos del concierto coincidieron con los temas de mayor intimidad y sencillez. Canciones como Me cuesta tanto olvidarte, Cruz de navajas, Aire o Hijo de la luna lograron un excelente y emotivo nivel, que el alcanzó el cenit con Mujer contra Mujer, un canto al amor homosexual coreado por 60.000 almas adolescentes.
En la cumbre del éxito, con todo a su favor, Mecano se balancea entre lo elegante y lo cursi; entre el hallazgo y el ripio; entre lo delicado y lo blando; entre la sutilidad y la argucia; entre lo sencillo y lo simple. Su pop naif es un permanente cruce entre estas leves fronteras, y su responsabilidad, como un nuevo rey Midas de la música española, no se limita a componer canciones bonitas. También alcanza, por ejemplo, a la absurda necesidad de convertir la música en un espectáculo antinatural, uniéndose al nutrido grupo de promotores de una infancia masificada.
Babelia
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