La película de Taiwan 'Ciudad doliente' gana por unanimidad el León de Oro
El jurado de esta pobre edición de la Mostra veneciana no se dejó llevar por las presiones ambientales y leyó ayer, ante los 2.000 periodistas acreditados en el Lido, una lista de premios justa, inteligente y sin concesiones a nadie. El León de Oro fue para la película Ciudad doliente, con la que el cine chino, esta vez de Taiwan, da una nueva campanada, semejante a la ya dada por Sorgo rojo en Berlín hace dos años. El resto de los premios es igualmente indiscutible.
El ejemplo de independencia de criterio dado por el jurado del último festival de Cannes, que volvió la espalda a todas las producciones de relumbrón y eligió la obra de un casi aficionado como Steven Soderbergh y su Sexo, mentiras y cintas de vídeo, parece que ha cundido. Los jurados, durante muchos años vergonzosamente manipulados por los grandes intereses, parece que han elegido por fin el camino de la independencia y del riesgo. El cine está de enhorabuena.Los triunfadores, Hou Xiaoxian, Otar Ioseliani, Joâo Cesar Monteiro, Kei Kunai, Peggy Ashcroft, Geraldine lames, Massimo Troisi y Marcello Mastroianni, son los que indiscutiblemente han aportado el mejor cine visto este año en Venecia.
En la cuneta han quedado, con toda justicia, los grandes nombres, en favor de los que habla una presión periodística, industrial y política descarada, pese a la medianía de sus trabajos, muy inferiores a los de quienes finalmente les ganaron la partida. Alain Resnais y Ettore Scola, por ejemplo, que se negaron a conceder a nadie entrevistas personales, con la finalidad de reservar sus palabras para su prefabricado y luego frustrado triunfo final, han tenido que salir discretamente por la puerta trasera del Palazzo del Lido, mordiendo para adentro sus rimbombantes discursos ya escritos y memorizados. Merecen este tropiezo no sólo por la insuficiencia de sus trabajos, sino también por la petulancia de su comportamiento.
Otros dos grandes cincastas humildes han sido los triunfadores en el prestigioso premio extraoficial de Crítica, Internacional: el polaco. Kieslowski, con su Decálogo, y el casi desconocidocineasta francés Eric Rochant, que presentó Un mundo sin piedad en la sección paralela de la Semana de la Crítica, donde llamó poderosamente, la atención.
El resto de los premios son pura pedrea. que nada significa y que a veces tiene inchiso cierta comicidad involuntaria, como el premio que una asociación de modistas italianos ha concedido al engolado británico Peter Greenaway, que se verá obligado a recoger el único reconocimiento a su El cocinero, el ladrón, su mujer y el amante de ésta en una boutique de moda, cosa que referida a este cineasta sobrevalorado resulta coherente.
Y detrás de todo hay una Mostra mal organizada, dirigida sin imaginación alguna herida por tensiones intestinas, sin criterios coherentes en la selección y en la programación de películas y llevada día tras día con una tor peza evidente y un nacionalísmo casi racista. O reacciona y da un tirón el próximo año, o de seguir así firmará su sentencia de muerte.
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