Otoño en Varsovia
Tras analizar el problema de cómo reformar un sistema, el polaco, que sigue inserto en un bloque en crisis, el autor pasa revista en esta segunda parte de su exposición al hundimiento del hasta hace poco omnipotente Partido Obrero Unificado Polaco (POUP) y al nombramiento de un católico como primer ministro.
El aspecto más visible y de hecho más sensacional de lo que está ocurriendo en Polonia es desde luego el hundimiento político del partido comunista (POUP) y el nombramiento del dirigente católico Tadeusz Mazowiecki como primer ministro. Este nombramiento y las negociaciones en curso para formar un Gobierno de coalición tienen, desde luego, una importancia trascendental. Pero aunque se llegue a un acuerdo y se ponga en marcha un nuevo Gobierno pluralista, no es seguro que éste se estabilice. Algunos dirigentes de Solidaridad hablan de su aspiración a conseguir una "transición española" a la democracia, y creo que la mayoría de los políticos están dando pruebas de una gran capacidad de negociación. Pero uno tiene la impresión de que algunas de las fuerzas políticas en presencia son bastante irreales y que todas se van a tener que reestructurar.El POUP, hasta ahora partido dirigente y monopolizador de las principales palancas del poder político y de la economía, es un partido que más que dirigir ha surgido de la estructura del sistema, y aunque tiene un buen número de militantes capaces y honestos, está formado básicamente por burócratas carentes de ideología cuya fuerza reside en el poder que sus miembros ejercen en el Ejército, en la policía y en las empresas públicas. Una parte importante de los gestores comunistas de estas empresas es hoy partidaria de su privatización porque aspira a utilizar su capacidad de control de los suministros y de los circuitos financieros para convertirse ellos mismos en sus propietarios privados. Y hay que decir que algunos líderes de Solidaridad son incluso partidarios de este tipo de "privatización patológica", como la llaman, porque sería una manera de neutralizar al POUP, de reciclar a una buena parte de sus miembros y hasta de utilizar la capacidad técnica de algunos como gestores de la empresa privada. Lo más probable es que. el POUP desaparezca a corto plazo, porque si en Polonia se vuelve al autoritarismo, esto sólo lo podrá asegurar el Ejército, y si se sigue adelante en la reforma pluralista, los cuadros políticos más capaces y abiertos se orientarán hacia el socialismo democrático, mientras otros se dedicarán pura y simplemente a los negocios privados.
Los partidos que hasta ahora habían colaborado con el POUP y que ahora forman coalición con Solidaridad, es decir, el Partido Unido de los Campesinos y el Partido Democrático, dificílmente podrán aguantar el ritmo y la intensidad de los cambios políticos y económicos que hay que realizar. Estos partidos están hoy sobrerrepresentados en el Congreso de los Diputados, pero sus propios grupos parlamentaríos están ya profundamente divididos tanto en el plano de las alianzas tácticas como en el de la estrategia que seguir. De todos modos, parece que el Partido de los Campesinos tiene más posibilidades de subsistir si sabe conectar con las bases de un campesinado que sin duda aumentará su fuerza y su capacidad de presión en el futuro inmediato.
A su vez, Solidaridad está también formada por matrices muy diferentes que hoy acallan sus diferencias pero que no es seguro que puedan seguir acallándolas en el futuro. El nombramiento de Mazowiecki ha sido una opción centrista, que cuenta con el respaldo de la jerarquía de la Iglesia y de Lech Walesa, todavía líder carismático, y que seguramente es la que mejor puede asegurar hoy por hoy la unidad de Solidaridad. Pero la tendencia socialdemócrata y laica, que cuenta con exponentes como Geremek, Michnik, Kuron y Bujac tiene una influencia muy importante en el grupo parlamentario de Solidaridad y constituye, por así decir, la cabeza pensante del partido. lloy por hoy estas tendencias mantienen su unidad, pero cuando Solidaridad, como fuerza principal del Gobierno, tenga que enfrentarse con los grandes problemas económicos y sociales pueden producirse conflictos internos. Y nadie puede asegurar que de ocurrir esto se mantendrá la actual unidad, sobre todo si se tiene en cuenta que los principales exponentes de la tendencia socialdemócrata son de origen judío, y esto en Polonia todavía cuenta mucho.
Catolicismo fundamental
Por lo demás, la Iglesia católica es y seguirá siendo una fuerza decisiva, no sólo por la solidez de su organización en un país tan católico, sino porque el catolicismo ha sido fundamental para que Polonia pudiese mantener su conciencia de nación a lo largo de una historia de enfrentamientos y de derrotas con Rusia y Alemania, país de religión ortodoxa uno, protestante el otro. Pero precisamente por esto el catolicismo polaco es un catolicismo de combate y de contrarreforma; es decir, tendencialmente fundamentalista que si las cosas se ponen dificiles puede desarrollar corrientes ultramontanas y nacionalistas poco compatibles con la tolerancia y el nuevo pluralismo que tanto necesita y tanto necesitará la sociedad polaca.
Y quedan, finalmente, los sindicatos. Solidaridad surgió como un sindicato, pero ahora es ya básicamente un partido político. En 1980, el sindicato de Solidaridad tenía unos 10 millones de miembros. La actual Solidaridad tiene unos dos millones. Y todos sabemos que es muy difícil ser al mismo tiempo sindicato y partido de gobierno, sobre todo cuando hay que tomar medidas muy fuertes para reestructurar todo el sistema. Esto deja un espacio que, paradójicamente, puede aprovechar el actual sindicato oficial, dominado por los comunistas y con muchos cuadros intermedios que pueden tener una gran capacidad de bloqueo de las reformas. Es sintomático, por ejemplo, que en el momento en que Lech Walesa pidió a los trabajadores una tregua de unos cuantos meses sin huelgas para ayudar al nuevo Gobierno a echar a andar, el secretario del sindicato oficial comunista contestase que no está dispuesto a conceder ninguna tregua porque su misión es defender a los trabaJadores y en esto no hay treguas posibles.
Realidades e incógnitas
Estas realidades y estas ineógnitas de futuro se inscriben en un marco general que en parte los propios polacos pueden controlar y en parte no. Hoy por hoy en todos los partidos hay grandes discusiones sobre las reformas que hay que llevar a cabo y sobre el grado de autonomía que el país tiene para ello. En todos los partidos surgen las mismas tendencias en torno a los mismos problemas: ¿hay que privatizarlo todo o no?; si hay que mantener sectores de economía pública, ¿cuáles han de ser y en qué condiciones, con qué reformas, y con qué controles?; ¿qué papel pueden tener las cooperativas,, etcétera. En definitiva, se trata de saber si es posible y conveniente un sistema de economía míxt:a, y en caso afirmativo, cuáles han de ser las proporciones y las relaciones entre el sector privado, el público y el cooperativo.
El problema que hay detrás de estas discusiones no sólo es el del modelo, sino también el de los sujetos activos de los cambios. Si se privatiza, ¿quiénes van a ser los propietarios y gestores del nuevo sector? Si llegan recursos del exterior, del mundo capitalista, ¿cómo se van a encaminar y quién los va a gestionar y a utilizar? ¿Qué posibilidades existen de desarrollar de manera transitoria un sistema de empresas mixtas con los países capitalistas, cuando el horizonte de la convertibilidad monetaria está aún lejos? Éstos y otros problemas son los que están en el fondo de los cambios políticos, los que condicionan principalmente sus posibilidades de futuro.
De todas maneras, la, sociedad polaca es una sociedad dotada de gran vitalidad. Es posible que algunas reformas parciales puedan dar buenos resultados y que a partir de aquí algunas de las grandes incógnitas actuales se despejen por sí solas. Pero creo que los problemas de fondo sólo se podrán resolver :si desaparecen las tensiones entre los bloques y si el bloque del Este cambia en su conjunto de manera ordenada. A todos nos interesa que esto ocurra, pero sin nuevas modificaciones traumáticas de las fronteras del mapa político europeo. Y éste es también uno de los condicionamíentos del cambio, como sin duda saben perfectamente los dirigentes polacos.
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