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La guerra de los legajos

Militares de la República rastrean en los archivos de las hemerotecas los documentos que prueban su derecho a recibir una pensión

Probar que se ha pertenecido al Ejército del Centro en la guerra civil no es fácil. María Rosa R. y Alicia M., funcionarias de la Hemeroteca Municipal de Madrid, saben lo que es pasarse meses e incluso años rastreando papeles para encontrar las pruebas que la ley exige a los militares que hicieron la guerra civil con la II República para que puedan recibir una pensión. En 1988 atendieron 10.000 consultas. Sólo en julio recibieron 400 cartas, que tardarán una media de dos meses en contestar. "¡Si tuviéramos un ordenador!"...

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Si tuvieran un ordenador clasificarían las cartas, los casos, por zonas, por grados, por armas, y podrían explotar los interesantes fondos de la hemeroteca.Un matrimonio de más de 70 años acude a la Hemeroteca Municipal de Madrid a buscar pruebas de que él perteneció al Ejército del Centro en la guerra civil. Una funcionaria le explica el método a seguir. "Por ejemplo", dice abriendo al azar un Diario Oficial del Ministerio de Defensa de la República, "dada la fecha de su ascenso, supongamos que usted estuviera en esta columna. ¿Sargento de Ingenieros? ¿De la 13ª Brigada? ¿Cómo dice que se llama?... Vaya, ¡esto sí que es casualidad!". Casualidad o milagro de santa Gemma Galgani, como decidió en este caso la esposa del ex combatiente, en todo caso no es lo normal.

Juan López López es de Martos (Jaén), tiene 72 años y sirvió a la República como voluntario en el arma de Carabineros, en la que llegó a cabo. Actualmente cobra la pensión mínima (42.300 pesetas), pero para que su grado se le reconozca y actualice tiene que aportar pruebas de su ascenso. "No me he encontrado", dice desalentado, al entrar en el despacho. Le aconsejan que pruebe en el archivo de la Fundación Pablo Iglesias. "Y si no me encuentro, qué pasa?. Éstos están esperando a ver si nos morimos", masculla.

"Ahora en verano vienen pocos, pero cuando salió la ley 22/ 84 hasta teníamos que dar números en el pasillo, como en el mercado", dice Alicia M. Una avalancha de 130.000 peticiones siguió a la aprobación de esta ley, que reconoció a los carabineros, guardias de asalto y militares a partir de suboficiales, ingresados después del 18 de julio del 36, el derecho a la pensión mínima.

Dos testigos

La ley seguía sin reconocerles la profesionalidad y el grado, problema que solventó el Tribunal Constitucional en 1987 tras un recurso. Aun así, no se aceptaban las pruebas testificales y la última decisión quedaba -y queda- en manos del Ministerio de Hacienda. Un decreto del 15 de junio pasado admite ya, además de los documentos, el testimonio, legitimado ante notario, de dos testigos "de notoriedad", que pertenecieran a la misma unidad del solicitante y que reciban pensión o hayan demostrado ya su derecho.María Rosa y Alicia han recurrido a todos los métodos, incluidos los artesanales, para moverse en el laberinto de los papeles oficiales. Es frecuente que el solicitante no esté en el listado, que se ha elaborado vaciando laboriosamente las gacetas, porque los documentos se destruyeron, no llegaron a imprimirse -ya al final de la contienda-, o por que gente como la de los servicios secretos no constaba en los papeles. "A veces, la clave es que estuvo herido en un hospital que guarda los archivos, o que recuerde de pronto que el periódico de su batallón publicara su nombre, incluso su foto, por un acto heroico", dicen.

El miedo, que perduró durante décadas, ha sido también un factor muy importante. "A los comisarios políticos solían condenarles a muerte; por eso, a veces ni la mujer sabía que su rnarido lo había sido. Otras veces ocultaron su rango en el ejército; al cabo de tanto tiempo, sacar a relucir eso y probarlo se convierte en una tarea muy dura para ellos y además muy laboriosa".

"Nosotras les sorneternos a un tercer grado, hasta que de pronto surge algún detalle: 'Yo estuve en la Escuela Popular', comentan de pronto, y ésa es la pista. Entonces les enseñamos a buscar en el sitio adecuado. Otras veces hay que sacarles que fueron detenidos al acabar la guerra o condenados a muerte, y eso nos facilita la solución", aseguran.

"Hay la idea de que los militares de la República no estaban organizados, cosa que es Completamente falsa. Todo lo registraban y todo lo publicaban: heridas, bajas, recompensas, reemplazos; todo está allí, el problema es buscarlo", dicen Alicia y María Rosa.

Caramelos, flores y bombones, así como conmovedora cartas de agradecimiento desde Australia o Canadá, llegan a la Hemeroteca dirigidas a la "Srta. María Rosa", que lleva ya ocho años dedicada exclusivamente a esta tarea. Las dos funcionarias dicen que han aprendido mucho de los ex combatientes y que les encanta lo que hacen, pero quieren dejar muy claro que se trata sólo de su trabajo. "Sin embargo, es imposible no emocionarse cuando un hombre de 75 años se viene toda una noche en tren desde Huesca para entregarnos en mano una caja de bollos", dicen.

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