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LA LUCHA CONTRA LA DROGA

El 'zar' Bennett, amigo de Janis Joplin

Para William J. Bennett, -de 46 años, 1,92 de estatura, casado, católico, doctor en Filosofia y licenciado en Derecho y máximo responsable de la lucha antidroga en EE UU-, la reciente celebración del vigésimo aniversario de Woodstock no ha sido precisamente un motivo de alegría.Mientras otros recordaban con nostalgia la efeméride, en la que 400.000 jóvenes se dieron cita en el Estado de Nueva York para proclamar su oposición al establishment y el nacimiento de una nueva cultura, Bennett leía implacable en televisión la "lista de bajas" causada por esa nueva cultura, entre otros, Paul Butterfield, Keith Moon, Jimmi Hendrix y Janis Joplin, estrellas del rock que actuaron en Woodstock y que murieron a causa de la droga. Bennet sabía de lo que hablaba: Janis Joplin era amiga suya.

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"Recuerdo", dijo Bennett en el programa, "cómo Janis comparaba su vida con la mía y me decía lo afortunado que yo era al poder haber obtenido una licenciatura mientras que su vida, en apariencia tan atractiva era en realidad un infierno".

La muerte de Janis a causa de una sobredosis no es la única causa de la aversión de Bennett a las drogas. En 1979, su amigo y protector, el profesor de filosofía de la universidad de Columbia Charles Frankel y su mujer fueron asesinados por unos drogadictos cuando Bennet se encontraba alojado en su casa. Desde entonces, la lucha contra la droga se convirtió, según propia confesión, en "un asunto personal".

Nacido en el barrio neoyorquino de Brooklyn en el seno de una familia católica de ascendencia irlandesa, Bennett asistió a una escuela parroquial regentada por jesuitas. La familia se trasladó posteriormente a Washington donde obtuvo su título de bachiller en el Colegio Gonzaga de la Compañía de Jesús. Trabajador infatigable y estudiante distinguido, Bennett se pagó su titulación con becas y trabajos nocturnos. Consiguió su licenciatura en Filosofia en el Williams College de Massachussetts y, posteriormente, obtuvo su doctorado por la universidad de Texas con una tesina sobre el contrato social. En 1969, se licenció en Derecho por Harvard.

En sus primeros momentos como estudiante universitario, Bennett abrazó las causas liberales de moda en los sesenta. Integrante de un conjunto rockero denominado Platón y los Guardianes, el futuro zar de la droga hizo una activa campaña a favor de los derechos civiles. Se apuntó a las campañas pacifistas en contra de la intervención en Vietnam. Como explica 20 años después, los excesos de los sesenta le vacunaron y le empujaron hacia la derecha. "Me di cuenta", confiesa ahora, "de que la turbulencia política y cultural de la época estaba generando una hostilidad hacia todo lo americano y, sencillamente, me apeo del tren".

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En 1981, y después de varios años dedicado a la cátedra en de Harvard, Tejas y Boston, Reagan le ofreció un puesto en su Administración, como presidente de la Fundación Nacional para las Humanidades, primero, y en 1985, como secretario de Educación. El antiguo jugador de fútbol americano, conocido en su equipo por el apodo de El Espolón por haber derribado una puerta a cabezazos, es hombre que no tiene pelos en la lengua y amigo de provocar la controversia. Como ministro de Educación provocó una tormenta entre las organizaciones estudiantiles al afirmar que algunas reducciones presupuestarias requerirían a los estudiantes "una desinversión en estéreos, automóviles y vacaciones pagadas por papá en la playa". Bennett ha sido descrito por otros catedráticos amigos como un "moralista en la línea defendida por el presidente Madison, en la que el Gobierno debe no sólo proteger las libertades individuales sino que debe igualmente promover las virtudes cívicas".

El zar, como le bautizó inmediatamente la prensa, es consciente de sus limitaciones presupuestarias y administrativas -hay más de 12 agencias federales envueltas de una forma u otra en la represión del tráfico de drogas-. Pero, como afirma, lo fundamental es que en estos momentos todo el mundo se da cuenta de la inmensidiad del problema, aunque difiera en los métodos para combatirlo. Se ha pasado de la tolerancia a la militancia. Bennett es realista: "No me hago ilusiones de que vaya a resolver el problema en los cuatro años de esta Administración. Harán falta 10, 15 o 20 años y el resultado final es incierto. Es esencial que ganemos, pero no es inevitable".

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