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Arqueología de lo imaginario

Una exposición reúne en Milán todos los 'surrealismos' y sus antecedentes

La representación de lo imaginario ha sido una constante aspiración del arte. Pero sólo el surrealismo se propuso esta tarea en términos fundacionales. Para fijar el alcance y los límites del desafio, el Ayuntamiento de Milán ha encargado a Arturo Schwarz la muestra I surrealistí, que ocupa las salas del Palazzo Reale hasta el 10 de septiembre. El resultado: un recorrido apasionado y erudito por la geografía que atrajo a algunos de los mejores y más inteligentes creadores del siglo XX.

Sus rostros abren la muestra. Caras tersas, agudas, inmóviles para siempre en la desafiante- belleza de su primera juventud. P¡casso visto por Man Ray, que los vio a todos; Apollinaire por Cocteau; Breton por Picasso y Rimbaud como cazado al vuelo en un borroso apunte de Modigliani.Cartas, envíos, citas, borradores y panfletos documentan ese temblor originario al que síguieron los manifiestos, las adhesiones y las rupturas.

Vienen luego las Wunderkammern, salas dedicadas a los objetos que la admiración de los surrealístas elevó a referentes., La "belleza convulsa", que dijo Breton. Paisajes antropomorfos, una raíz de mandrágoras, dibujos de Arcimboldo, Zófi, Blake e inquietantes grabados del seiscientos, entre ellos un alquimista de Rembrandt y unos muñecos de Bracelli. Duchamp cierra este prólogo con una sala repleta de irreverencías geniales.

La primera parte del núcleo de la exposición está compuesta por la obra que va de 1924 a 1928. Encontramos Le surréalisme et la peinture (fechado, sin embargo, en 1942), Goethe ou la métamorphose des plantes, de Massón, y, sobre todo, un estimulante catálogo de objetos, fotol-,-,raflias y cuadros de Man Ray. Destacables también los Tanguy, que cierran el capítulo Lheredité des caract&es acquis.

De 1928 a 1945 se ocupan las siguientes ocho salas. Fascinante el profético The eve of death (1938), de Matta, uno de los artistas mejor representados. E increíble, la Cérémonie, de Victor Brauner, especie de mandala nativista.. Aquí pueden verse también las publicaciones políticas del movimiento. Es fácil comprender que defendieran la causa republicana en la guerra civil española. Pero para rechazar los procesos de Moscú y defender al tiempo el derecho de los comunistas vietnamitas a luchar por la independencia hacía falta esa mezcla de lucidez y de coraje que sólo tienen los grandes visionarios.

La exposición termina con una panorámica sobre surrealismos nacionales. Aquí quizá pudieran hacerse algunas observaciones críticas. Magritte y Delvaux, a, pesar de su carácter emblemático, se muestran en el capítulo belga, mientras que Miró tiene derecho a casi una sala entre los padres fundadores con obra gráfica fechada en los cuarenta. La mexicana Frida Kahlo aparece entre los pintores norteamericanos, mientras que mexicanos y españoles comparten sala y catálogo. Inconcebible la ausencia de Buñuel y voluntaria la menguada y poco significativa obra d.aliniana. Posiblemente como represalia a la popularidad que alcanzó en vida.Los españoles expuestos son: óscar Domínguez (1906-1957), Eugenio Fernández Granell (La Coruña, 1912), Esteban Francés (Port-Bou, 1914) y Remedios Varo (1913-1963).Pero ninguna consideración metodológica puede empequeñecer la colección de obras maestras que se nos ofrece.

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