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El regreso triunfal de los Rolling Stones

El grupo inició en Filadelfia la gira en la que presenta su último disco

Los Rolling Stones se han reencontrado de modo triunfal con el mundo de la música en directo. Después de siete años sin actuar en vivo, presentaron su nuevo álbum, Steel wheels, y su correspondiente gira norteamericama en Filadelfia (Pensilvania), en un estadio de los Veteranos lleno a rebosar. Sesenta mil personas pagaron una media de 28 dólares por entrada (aproximadamente 3.500 pesetas), y el grupo británico cobrará por los 41 conciertos de la gira más de 8.500 millones de pesetas.

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Los Rolling Stones salieron a escena a las nueve y media en punto del último día de agosto, y se retiraron definitivamente cuando pasaban 15 minutos de la medianoche. En ese tiempo habían interpretado 28 canciones, cobijados en un escenario de ensueño, mientras demostraban que siguen siendo la banda de rock más importante del mundo y que, como dicen en uno de sus temas, tienen al tiempo de su lado.El nuevo escenario diseñado para esta gira está formado por herrumbrosos andamios, chimeneas de aluminio y grandes lonas, todo en tonos grises y negros salpicados con detalles naranjas. Una apariencia sombría que esconde uno de los montajes más imaginativos e impactantes ole toda la historia del rock.

Una llamarada de fuego recorre el borde de la escena indicando que el espectáculo ha comenzado. Mick Jagger, Keith Richards, Rod Wood, Bill Wyman y Charlie Watts interpretan Start me up, y ya sólo les detendrá un pequeño corte en el sonido de apenas tres minutos. A sus 44 años y haciendo gala de una energía desbordante, Mick Jagger continúa siendo un cantante único, gracias a que se basa simultáneamente en una gran tecnica vocal y en una sensualidad felina a la hora de desplazarse. Viste ajustados pantalones negros, camisa blanca y un ridículo frac verde. Moviéndose como un poseso, es capaz de ocupar todo el escenario, sabiendo que el resto de la banda le cubre las espaldas a la perfección.

Risueño y comunicativo

Keith Richards es el más risueño y comunicativo. Alterna la dureza con la suavidad, los ríffs duros cedidos por el mismísimo Chuck Berry con los más delicados punteos acústicos, y toma las riendas del espectáculo durante dos canciones para dar descanso a Mick. Canta con voz rasposa, se cambia de guitarra infinidad de veces y anima incansable al resto de los músicos. El antaño arisco Richards se ha convertido en el nexo de unión entre los otros Stones. Ron Wood, Bill Wyman y Charlie Watts son los miembros más serios y respetables del grupo y musicalmente los más conservadores. Watts es un batería de jazz que ole cuando en cuando toca rock. Wood es, con 43 años, el más joven, y Wyman no puede ocultar olue nació el 24 de octubre de 1936. Cumplen su papel sin excesivas alegrías, y agradecen el apoyo vocal de un trío. Para algunos temas también cuentan con la presencia de una sección de metal, que les acompañará durante toda la gira, formada por Arno Hecht en el saxo tenor, Hollywood Paul Litteral en la trompeta, Robert Funk en el trombón y Chrispin Cioe en los saxos alto y barítono. En Filadelfia entraron en acción en la sexta canción, Harlem shuffle, y ya no abandonaron el escenario. Los teclistas Chuck Leavell y Matt Clifford completan la actual banda de acompañamiento.El repertorio que han escogido para la primera noche no ha podido ser más significativo. Sólo tres canciones del último disco, Steel wheels (Ruedas de acero), y el resto, clásicos de la banda. Dos bloques merecen especial atención: el primero lo forman Ruby tuesday (1967), Play with fire (1965) y Death flowers (1971), las cuales crean un ambiente tremendamente tenso y emotivo. Honky tonk women (1969) rompe ese clímax, puesto que dos provocativas chicas de plástico se hinchan hasta alcanzar sus buenos 20 metros de altura y se contorsionan con descaro a ambos lados del escenario, convirtiéndolo durante tres minutos en un gigantesco burdel. El rock concebido como espectáculo total.

Y en la recta final, y por este orden, Sympathy for the devil (1968), Gimmie shelter (1972), It's only rock and roll (1974), Brown sugar (1971), (I can't get now) Satisfaction (1965) y Jumping Jack flash (1968). Una auténtica bofetada en el rostro de aquellos que habían enterrado prematura mente a los Rolling Stones. Aquellos que aseguraban que la continua lucha por el poder y la fama, por ser los eternos número uno, había debilitado su pulso hasta matarlos. Con esa endiablada serie de rock and roll finales pusieron fin a una noche mágica, en la que un impresionante trabajo de decoración y luminotecnia convirtió el estadio de los Veteranos en la antesala del infierno, el lugar ideal para que sus satánicas majestades se encontrasen de nuevo con sus fieles seguidores, repartidos ya en tres gene raciones. Antes de la actuación de los Stones, el grupo norteamericano Living Colors actuó durante 50 minutos ante la indiferencia del público. Mientras tocaban, una avioneta sobrevolaba el estadio con un neón giratorio que rezaba: "Los Rolling Stones han vuelto a la ciudad".

Reportaje sobre los Rolling Stones en El País Semanal de este fin de semana.

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