Paul Newman: "Hace sólo cuatro años que soy actor"
Ejemplo del éxito personal, el intérprete se considera un simple aderezador de ensaladas sin aspiraciones presidenciales
Paul Newman, de 64 años, se considera sobre todo un simple aderezador de ensaladas gracias a la salsa de su invención, a la venta en los supermercados de Estados Unidos. Uno de los ejemplos máximos de la palabra éxito, superestrella del cine, notable piloto de carreras, cineasta premiado, activista político defensor de causas sociales y modelo de masculinidad en las últimas tres décadas, asegura que sólo desde hace cuatro años su trabajo le satisface. "Soy actor sólo desde entonces, pues aprendo de forma muy lenta". Algunos de los personajes que ha interpretado forman ya parte del folclor norteamericano, pero él desmiente que vaya a lanzarse a la política aprovechándose de ello.
El escritor Gore Vidal ha contado que una vez caminaba con Paul Newman por Manhattan, éste con la cabeza baja para evitar ser reconocido, cuando una mujer muy alta se cruzó con ellos en el momento en que el actor alzaba la vista. Siguieron andando, pero un sonido les detuvo. La mujer se había desmayado.Un grupo de periodistas europeos esperaba a Newman para comer con él el pasado miércoles en un restaurante de París con motivo del inicio del rodaje, el viernes, de Mr. and Mrs. Bridge, película que dirige James Ivory.
Alrededor de 1,80, recio y muy distinguido, con americana y pantalones de color beis, zapatos marrones a tono, camisa blanca y corbata amarilla de lunares, sus fans no se sentirían defraudadas. Dos detalles, uno frívolo, los calcetines de color rosa, y otro macrohortera -"lo llevamos todos los miembros del equipo de automovilismo"-: un ostentoso anillo plateado con pequeños brillantes.
"Lo de mi dedicación por completo a la política es sólo un rumor persistente. Si realmente quisiera lanzarme a ello, todos los motivos por los que podría ser votado serían erróneos. Ronald Reagan fue elegido porque sabía leer en un telepromter. Y a mí no me gustaría salir elegido por el simple hecho de tener el color de ojos más adecuado".
Sus ojos azules se conservan intactos; lo que ha variado es el entorno. Actor más voluntarioso y agudo que intenso, el paso del tiempo parece haberle dado por fin profundidad a su rostro.
-¿Es más fácil morir que envejecer?
-En cierto sentido, sí.
Mientras come va respondiendo a las preguntas de forma casi siempre humorística o lacónica, muchas veces con monosílabos desesperantes. No pierde detalle de lo que pasa en la mesa de enfrente y hace señas cerrando un ojo. Allí se sienta Joanne Woodward, su mujer desde hace 31 años. "No creo que yo pueda sorprenderla a ella, pero ella a mí sí, con las cosas que de pronto se le ocurren; lo último, por ejemplo, que se haya matriculado de idiomas en una escuela. No, yo nunca volveré a la escuela. Siempre fui un mal estudiante. Era lento".
-¿Qué es lo que le gusta de pilotar coches rápidos?
-Es el único lugar en el que me siento en estado de gracia.
Fama y zozobra
Según la revista Time, personajes como los que Paul Newman interpretó en El buscavidas (1961), de Robert Rossen, o en Cool Hand Luke (1967), de Stuart Rosemberg, héroes románticos, prejuzgados negativamente por la sociedad y escapistas, son los que han conseguido que Newman forme parte del sustrato visual de América.
Él se muestra sorprendido hoy de que en una gasolinera del México más rural o en la mismísima Unión Soviética se le acerque un niño y le diga: "Hola, Paul Newman". El actor lo achaca a la sorprendente capacidad de penetración que el cine norteamericano tiene en el mundo".
Se supone que alguna vez habrá pasado totalmente desapercibido. "Sí, pero sólo por un rato, en una isla de Grecia, no recuerdo el nombre. Fondeamos el barco en el que viajábamos y caminamos unos kilómetros hasta llegar a un pequeño pueblo, donde compramos pan y otros comestibles. Entre que íbamos y veníamos se habían congregado en el puerto unas 100 personas junto a nuestra embarcación. Para llegar a ésta teníamos que saltar primero a un pequeño bote. Así lo hice, con tan mala pata que volcó. Y allí estaba yo, en el agua, rodeado de pan y vegetales, recibiendo los educadísimos aplausos de toda aquella gente".
Paul Newman evita referirse a su círculo familiar. Con su primera mujer, Jacqueline Witte, tuvo tres hijos: Susan, Scott -muerto en 1978 por sobredosis de píldoras y alcohol- y Stephanie. Con Woodward ha tenido tres hijas: Nell, Lissy y Clea. Gran parte de las ganancias de Newman's Own, una cadena de salsas para aliñar ensaladas, de palomitas y de salsas de espagueti, se destinan a la fundación antidroga Scott Newman y también a otras obras sociales infantiles. "Lo de la salsa comenzó siendo un chiste entre amigos, pero la cosa creció. Cuando me dijeron que se podría poner mi cara en la etiqueta, me pareció la proposición más obscena que había recibido nunca, pero tenían toda la razón".
-¿Cuál es la pregunta más inesperada que le hayan hecho nunca?
-La más ofensiva, probablemente.
Alejado de Hollywood y de toda su maquinaria de entretenimiento, asegura que nunca hace planes y que en lo profesional se siente libre, como si fuera uno de los seis personajes en busca de un autor y a él se le diese la maravillosa oportunidad de elegirlo. Las tres últimas películas en las que actúa, Fat man and little boy, de Rolland Joffé; Plaze, de Ron Shelton, y Mr. a Mrs. Bridge, de Ivory, pueden situarse en el polo opuesto al comercialismo de por ejemplo, Batman. "Todo se está poniendo más duro hoy día. No creo que los grandes estudios rueden guiones. Sus responsables filman dividendos, contratos sindicales, presupuestos, recaudaciones en taquilla e, incidentalmente, de cuando en cuando pueden sacar de todo ello una película. Hay demasiada tensión con respecto al dinero en el cine de hoy".
Nacido en 1925 en Cleveland (Ohio), hijo de un comerciante judío y de una católica de ascendencia húngara, Newman estúdió en la escuela dramática de Yale, hizo giras teatrales y pasé por el Actors Studio de Lee Strasberg y Elia Kazan en la época de James Dean, Rod Steiger y Geraldine Page. Su primer papel -"una basura"- fue en el Cáliz de plata (1954), junto a Victoria Mayo. Como director, debutó en 1968 con Rachel, Rachel. No fuma y bebe sólo cerveza y vino -en los setenta abandonó los licores, tras un período de alcoholismo-. Cuando tenía 42 años hizo un personaje que representaba 30. A los 52, uno que representaba 40. Sigue pareciendo que tiene 10 años menos, y la historia que corre es que el secreto está en su práctica de sumergir la cara durante dos o tres minutos en agua con hielo. "Todavía corro seis o siete millas a diario". Dice sentirse realmente sorprendido al comprobar que hay gente capaz de tratar de forma tan irrespetuosa a este lugar en el que somos y habitamos que es el cuerpo".
Enemigos
En política, está obsesionado por los derechos civiles, la limitación de armamento -en Fat man and little boy interpreta "un papel fascinante": el del general Groves, que junto al científico Oppenheimer elaboró en 1943 la primera bomba nuclear- y porque el desarrollo tecnológico no induzca al hombre a cometer errores de apreciación sobre sus vecinos. Cree que "los americanos no deberían perder tanto el tiempo pensando en los enemigos. Es muy fácil tener enemigos identificados en el exterior para poder echarle siempre la culpa a alguien. Lo que no es tan fácil de reconocer es que el enemigo es uno mismo".
A veces Paul Newman se desespera por ciertas actitudes de sus compatriotas. "No me desespero tanto por las actitudes de los demás como por las mías propias. En ocasiones creo que debería involucrarme más en la batalla, aunque sobran las explicaciones cuando no se tienen excusas. De todas formas, es complicado hablar en términos generales. Me interesan aspectos concretos, como la esterilización progresiva del modo de pensar americano, pero relacionada con el cine, la política o cualquier otro asunto".
En lo profesional, Paul Newman piensa que el mejor plató es aquel en el que no nota la diferencia entre estar actuando como director o como actor, sino en el que se percibe si una serie de artistas trabajan juntos, cada uno ayudando, contribuyendo o complementando a los demás, discutiendo y tomando iniciativas en común.
Babelia
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