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El toreo de las cavernas

Como si el toreo no hubiera evolucionado desde su prehistoria: así torearon ayer las figuras del mano a mano. Cierto que más atrás Litri, retrotraído a la tauromaquia de las cavernas, mientras Roberto Domínguez se llegaba a la barrera histórica del revolucionario Belmonte, aunque sin traspasarlaEl toro era, en cambio, modernísimo. El toro era el de hoy mismo, chiquito y nada matón, flojucho y consentidor. Ahí estuvo el inconveniente.

Porque si el toro hubiese sido también el de aquellos tiempos bárbaros, vale; el toreo de las cavernas habría tenido justificación. De manera que toreo prehistórico y toro light constituían anacrónica amalgama, difícil de digerir para mentes lógicas.

González / Domínguez, Litri

Cinco toros de Manuel González, flojos, de escaso trapío en general; 4º, sobrero de Carlos Núñez, manso. Roberto Domínguez: pinchazo hondo ladeado y descabello (ovación y salida al tercio); bajonazo trasero (escasa petición y dos vueltas); bajonazo (oreja). Litri: pinchazo bajo y estocada trasera caída (silencio); pinchazo, media caída, rueda de peones, tres descabellos -aviso con minuto y medio de retraso- y descabello (aplausos); estocada caída (división y saluda). Plaza de Vista Alegre, 24 de agosto. 6º corrida de feria.

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Chocaba que Roberto Domínguez, diestro capaz y sensible, practicara aquel toreo antiguo, dejándose tropezar los engaños, pero no sólo eso, ya que se olvidaba de la ligazón, embarcaba con el pico, rectificaba terrenos. Su primera faena a un desmedrado borreguete acaso sea una de las más, torpes y aburridas que se le hayan visto desde que irrumpió en la fiesta.

Medio ruedo necesitaba Roberto Domínguez para explayar sus faenas, en cuyo transcurso había, sí, algún muletazo suave y largo, que acababa perdiéndose en el marasmo del pegapasismo. Lo cual no quiere decir que el público le negara su aplauso. Por el contrario, el público se lo aplaudía todo.

En Bilbao el público, además de aplaudirlo todo, lo hace con verdadero estruendo. Principalmente le aplaudían los pases de pecho. Caracteriza la época presente que los toreros consigan con los pases de pecho sus éxitos y, si empalman dos, es doble el éxito que consiguen.

El triunfo de Roberto Domínguez llegó cuando el quinto le rasgó la taleguilla de un pitonazo y, lejos de amilanarse, se encorajinó, porfió cerquita de los pitones, y ante ellos se descaró de rodillas, abriéndose la taleguilla y ofreciendo el pecho en holocausto.

Estas son actitudes toreras -lo fueron en cualquier época- y merecen su premio, no cabe duda. Los desplantes, si oportunos y sinceros, tienen su sitio en el toreo.

Hay, sin embargo, otros desplantes y otras actitudes que tienen un más apropiado acomodo en el circo. Los cites de perfil, pases codilleros, tironazos, enganchones, regates para rematar, molinetes de rodillas aprovechando el viaje del toro y otros excesos que constituyeron el estilo de El Litri, carecen de sentido en el toreo, si no es el cavernícola, y ese, con toro light, mejor les va a Llapisera y el Empastre, que además tienen gracia.

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