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Chaparrón

Alfonso Armada

La Xunta de Galicia ha recomendado a los peregrinos que recen para que no llueva durante la visita del Papa a Compostela. Maldita gracia. Como si el Santo Padre se fuera a hacer una idea fidedigna de la ciudad sin un poco de lluvia. Tantos años machacando las orejas de los visitantes con el señuelo de que en Santiago Ia lluvia es arte" para ahora desafiar a Dios y a la meteorología reclamando una oración para que se repriman los cielos.Si lloviera sería un designio del Altísimo, ya que "ni un solo pelo se desprende de la más diminuta criatura sin la venia del Sumo Hacedor". ¿Qué pretenden estos seglares metidos a monaguillos pidiendo a los ciudadanos de a pie que recen para que la lluvia no salpique el papamóvil, para que las gotas no impriman sus dedos ligeros sobre sotanas y casullas? Pero si no hay mejor bendición para aplacar el fuego del infierno que devora los bosques de Galicia que esa lluvia, agua bendita. Bendita lluvia.

En Galicia, la lluvia fundamenta mejor que nada la existencia. La lluvia reblandece las ideologías y los huesos. En ese concilio de humedades no hay forma de creer definitivamente en nada. En medio de la niebla, Dios y las meigas se dan la mano. Pero la Xunta de Galicia, renegando de su misión política y antropológica, ha bordeado la apostasía. Que Dios los coja confesados.

Cuando se pone a la Divina Providencia en la tesitura de tener que elegir entre el aguacero y la sequía, uno está jugando con fuego sagrado. Porque, si llueve, ¿pensarán acaso que a Yavé no te placieron las preces? Y si el cielo permanece despejado, ¿probará ese signo celeste que al Señor le satisface el circo de Wojtyla? No tentemos a la atmósfera y al máximo rector de la meteorología.

Después de todo, parece que la lluvia está asomando su jeta oscura por el pretil del monte del Gozo, allí donde los jóvenes iban a cantarle al vicario de Cristo sus penas. La doctrina, con lluvia entra.

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