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El alcalde de Hamburgo propone al Senado de la ciudad la distribución gratuita de heroía bajo control médico

Henning Voscherau, alcalde de Hamburgo, un socialdemócrata de 47 años, de trato cortés y una actitud que inspira confianza, está recibiendo insultos de medio país por haber propuesto ante el Senado de su ciudad la distribución gratuita de heroína a los adictos bajo un riguroso control médico. El objetivo del alcalde es acabar con el cártel mafioso que prospera a costa de esta tragedia, eliminando la demanda de los consumidores.

Al alcalde de Hamburgo le acusan de inmoralidad, de ignorancia y de afán de protagonismo al favorecer una de las plagas sociales más virulentas de este siglo, la drogodependencia. La ministra federal para la familia, la señora Lehr, ha dicho que la propuesta es muy peligrosa y que podría aumentar el número de los toxicómanos. Voscherau responde a estas acusaciones con los datos de su propia ciudad en la mano: 5.000 heroinómanos y 36 muertos en lo que va de año por sobredosis. Ante esta realidad, el alcalde considera que todo el sistema de asistencia ha fracasado en sus objetivos al enfrentarse a una estructura económica profesional. Esta estructura moviliza enormes cantidades de dinero -la facturación anual mundial del narcotráfico es de 500 millones de dólares (unos 59.500 millones de pesetas)- y cuenta con una estrategia empresarial muy definida y una fuerte capacidad de penetración en su segmento de mercado, que es el juvenil. Los riesgos empresariales son muy altos, pero es infinitamente mayor el margen operativo bruto.

Leyes del mercado

La propuesta que el Senado de la ciudad Estado de Hamburgo está estudiando es compleja y prevé una serie de mecanismos que se relacionan con la distribución gratuita de la droga: medios para la recuperación del toxicómano por cuenta de la sanidad estatal, creación de una fuerza represiva que deje de dar caza al pequeño vendedor, que casi siempre es un drogadicto, y centrarse en los grandes traficantes. De hecho, la novedad de este planteamiento estriba en abordar científicamente el problema, con el fin de bloquear la curva ascendente del consumo. El proyecto prevé actuar sobre un mercado donde no funcionan dos leyes fundamentales de la economía; la libre competencia y la elasticidad de la demanda respecto al precio. Esta idea surgió del prestigioso semanario de Hamburgo Die Zeit, una especie de biblia laica para los intelectuales, entre cuyos inspiradores figura el ex canciller Helmut Schmidt. En su número de marzo Die Zeit publicó un amplio reportaje titulado 'Droga de Estado' de dos economistas de la universidad de Munster.

El reportaje sostiene que para abordar el mercado del trigo o del petróleo, que está sometido a presiones monopolísticas que provocan alteraciones artificiales de los precios y del consumo, no se pide soluciones al campesino o al automovilista, sino a personas que se ocupan profesionalmente de este sector. La lucha contra la droga, como se ha realizado hasta ahora, ha provocado la especulación por tres motivos: 1) cuanto menos droga llega al mercado más suben los precios. Como la demanda es elástica (el drogadicto pagará cualquier cifra con tal de lograr su dosis), aumenta el beneficio; 2) el drogodependiente está dispuesto a todo con tal de conseguir la mercancía. Lo más fácil para él es convertirse en traficante. Ello conlleva una continua expansión de la red de distribución; 3) cuanto más eficiente sea la lucha contra la droga, más aumentarán los precios. Cuanto más alto sea el precio, más obligados se verán los traficantes a buscar nuevos compradores.

El mercado de la droga tiene una tendencia monopolizadora, dado que el cliente compra a cualquier precio y condición. Puesto que técnicamente es inviable la eliminación del productor o del cliente, el único camino que queda es el de romper ese mecanismo económico perverso mediante la intervención en el precio. Esta acción sólo es posible si el Estado se hace cargo de la producción y de la distribución de la droga, dando al mercado reglas definidas, límites precisos y vínculos infranqueables.

Copyright: La Repubblica / EL PAÍS

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