Ofensiva diplomática de Bush para liberar a los rehenes
Estados Unidos intensificó ayer su presión diplomática a escala mundial en un intento de evitar un nuevo derramamiento de sangre en la crisis de los rehenes, cuya primera víctima ha sido el teniente coronel de marines, destacado en las fuerzas de paz de las Naciones Unidas en Líbano, William Rich Higgings, asesinado por sus secuestradores -radicales shiíes libaneses proiraníes- ante la negativa israelí a liberar al dirigente integrista shií jeque Abdelkarim Obeid, raptado por comandos Desde el Vaticano a Moscú y desde Ankara a Tokio, la diplomacia norte americana, siguiendo órdenes directas del presidente George Bush, pidió ayer la colaboración de todos los Gobiernos para conseguir la liberación de los 16 rehenes occidentales en manos de las milicias proiraníes que operan en el Líbano y, en primer lugar, la del interventor de la Universidad Americana de Beirut, Joseph Cicippio, cuya ejecución, aplazada por sus secuestradores durante 48 horas, ha sido anunciada para esta tarde.
El propio Bush, que desde el lunes se ha reunido dos veces con sus máximos asesores civiles y militares y se mantiene continuamente informado sobre el desarrollo de la crisis, llamó personalmente el martes por la tarde al papa Juan Pablo II y al primer ministro turco, Turgut Ozal, para discutir la situación.
Bush conversó telefónicamente durante 12 minutos con el Pontítice, que se encontraba en su residencia veraniega de Castelgandolfo, para pedirle su intercesión con el fin de conseguir la devolución a Estados Unidos del cuerpo de Higgins "por razones humanitarias". Juan Pablo II aceptó la petición de Bush.
El presidente norteamericano también solicitó la ayuda del secretario general de las Naciones Unidas, Javier Pérez de Cuéllar, para conseguir la recuperación del cadáver del militar asesinado. Pérez de Cuéllar, que afirmó que la recuperación del cuerpo de Higgins era importante para poder determinar la fecha de su muerte, decidió enviar a Líbano al subsecretario general de la ONU, Marrack Goulding.
La llamada a Ozal está relacionada con los diversos intentos de Washington de hacer llegar un claro mensaje a Teherán para que el Gobierno iraní utilice su posible influencia con los grupos que le son afines en el Líbano en un intento de conseguir la liberación de los rehenes. Idénticos mensajes han sido enviados a los iraníes a través de Suiza, cuya embajada representa los intereses norteamericanos en Teherán, y de Japón. El Departamento de Estado ha pedido también la colaboración de Siria y Arabia Saudí.
Mensaje a Moscú
Sin embargo, la petición más inusual en este sentido fue cursada a la Unión Soviética. Fuentes oficiales de Washington informaron que durante la última sesión de la conferencia de paz sobre Camboya celebrada en París, los ayudantes del secretario de Estado, James Baker, pidieron a los del ministro de Asuntos Exteriores soviético, Edvard Shevernadze, que visitó Teherán el martes, que utilizara sus buenos oficios con las autoridades iraníes para conseguir una solución de la crisis. Según una información de la agencia Tass, el Ministerio de Asuntos Exteriores soviético ha condenado la muerte de Higgins como "una grave violación de los derechos humanos".
Paralelamente a la actividad diplomática, y respondiendo a la presión de la opinión pública y del Congreso, el Pentágono ha ordenado la concentración de varias unidades navales en el Mediterráneo oriental, aunque funcionarios norteamericanos trataban de dar la impresión de que una acción militar no era inminente por el momento.
El portaviones Coral Sea abandonó el martes el puerto de Alejandría, en Egipto, mientras que el acorazado Iowa salió ayer del puerto de Marsella, cinco días antes de lo previsto. Por su parte, el buque insignia de la Sexta Flota, el crucero Belknap, y otras tres unidades cancelaron una visita de cortesía a Sebastopol prevista para el viernes. La Sexta Flota cuenta con un grupo especial de desembarco formado por 2.400 marines. Dentro de este movimiento inusitado de unidades navales, ayer se supo en Washington que el portaviones América (con sus buques de escolta) había zarpado el miércoles de Singapur con destino desconocido, posiblemente el golfo Pérsico.
Una de las incógnitas por despejar en torno a esta crisis es saber hasta qué punto la nueva acción de fuerza israelí en Oriente Medio con el secuestro del jeque Obeid afectará a las relaciones entre Estados Unidos e Israel, país que recibe más de 3.000 millones de dólares anuales en ayuda militar y económica de Washington. Las críticas formuladas el lunes por varios congresistas, y que tuvieron su máximo portavoz en el influyente senador Robert Dole, líder de la minoría republicana en el Senado, se han suavizado en las últimas 48 horas.
Tanto la Casa Blanca como el Departamento de Estado han puesto un especial relieve en subrayar que ninguna de las declaraciones oficiales norteamericanas, incluida una petición de Bush el pasado lunes para que "los países de la zona pusieran en libertad a todos los rehenes", debía ser interpretada como una crítica a Israel.
El Departamento de Estado negó el martes categóricamente que Washington haya pedido a Israel la liberación de Obeid. Las pretendidas desavenencias parecen ser más de forma que de fondo. Ayer, sin ir más lejos, y a pesar de los recortes en el presupuesto de defensa realizados por la Cámara de Representantes, el comité de asignaciones de la cámara baja aprobó por unanimidad una propuesta del diputado demócrata Les Aucoin para proporcionar a Israel misiles Arrow por valor de 65 millones de dólares.
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