Mayte Martín elevó el tono y Van Morrison convenció
Barce-WOMAD 89, en el tramo final de su celebración, acabó por elevar al recoleto Hivernacle como su escenario más lucido. Allí, con el lleno más notorio registrado en ese ámbito a lo largo del festival, Mayte Martín realizó una actuación para acabar de convencer a los incrédulos, si es que aún los hay, de que su talento va a deparar grandes noches a los aficionados al flamenco.
En un ambiente que se mostró tan dúctil como un guante, Mayte coronó su recital con unas bulerías en honor al maestro Sabicas, hora larga después de haber comenzado una actuación que se cerró con un rotundo éxito. Así, en una tarde dominical que no acrecentó de manera notable la asistencia de público a la Ciudadella étnica, los actuantes en el Hinvernacle contaron con la ventaja de un espacio recogido donde el público se nota cercano. Además de Geoffrey Oryema y la reseñada Mayte Martín, por allí pasaron las surafricanas Shikisha y la gaitera británica Kathryn-Tickell, protagonistas de una de las actuaciones más alegre y festiva de la noche.
Por contra, la tensa salmodia de los Sabri Brothers, su delicado trenzado vocal, fueron traicionados por las distancias impuestas por el gran escenario central.
A Van Morrison este escenarío no se le hizo ni grande ni pequeño. Simplemente le resultó natural y la figura de la velada se dedico a llenarlo durante hora y media sin realizar aparente esfuerzo. Corno los gatos viejos. Salió a escena a las 23 horas, alterando con su negativa a cerrar el festival el programa del mismo. Abrió titubeante con el saxo para dar entrada a las delicadas notas iniciales de Did ye get healed. Siguió una pieza de su nuevo disco, Whenever god shines his light, y así hasta una docena de interpretaciones con no demasiados guiños al pasado. Buen sonido, sólido grupo de apoyo en el que destacó el órgano, y una bastante comedida implicación del público, que no incrementó su castidad por la presencia de Van Morrison.
Ritmo reposado
El recital tuvo un ritmo reposado, con muchos medios tiempos en los que Morrison dejaba la marca de la casa por medio de languidecientes pasajes siempre interrumpidos por un vigoroso crescendo finai. Incluso abusó de la fórmula, que si bien se mostró como un recurso de infalibles resultados, alargó sin necesidad la duración de alguna canción. Por lo demás, todo fue correcto.
La primera comparecencia del veterano cantante irlandés en Barcelona no se recordará con devoción, pero sí con respeto. Ya no parece un rugiente león, pero cuando masculla todavía hiere. Mereció la pena, porque por encima de los estilos de influencias que abordan su música, Van Morrison siempre sabe hacer suya las canciones dominadas por una voz que cada vez usa menos la violencia. Cerró con Gloria y la satisfacción fue generalizada.
El punto final lo puso Remmy Ongalay la Orquesta Super Matimila, que con su música de baile cerraron el festival pasadas las dos de la madrugada.
Babelia
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