Grandeza
Justo frente al lugar donde se levanta el flamante edificio del Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM), nuevo templo de las querencias artísticas valencianas, una mano diestra y anónima desempolvó el manejo del spray y dejó en la pared una pintada en la que, junto al simplista dibujo de un astado con cara de vacIlón, puede leerse en grandes letras El toreo es grandeza (por cierto, el título de un libro de Joaquín Vidal). Vaya usted a saber si por parte del rotulador de tan sublime frase, que en si misma a nadie ofende y de nada protesta, hubo premeditación en la eleccíón de pared, pero lo ciertto es que allí, a vista de IVAM, el grafito en cuestión adquiere unas connotaciones especiales, tiene algo de desplante y mucho de reívíndicativo frente a una intelectualidad local que vive totalmente de espaldas a lo taurino.En un terreno marcadamente cultural de esta ciudad donde abundan los pintores, aparecen escultores hasta debajo de las piedras y se vive una feroz invasión de diseñadores, alguien recuerda a tanto espíritu sensible que el toreo a veces también es recipiente que contiene ese tipo de grandeza propia de las artes. Es un cite largo, una llamada a vencer a las resistencias y prejuicios que en Valencia todavía alejan de la plaza de toros a las gentes que precisamente más participan de cualquier otro tipo de manifestación artística. Tal vez sería distinto si WeIles y la Gardner todavía estuviesen allí, pero saben que mayormente lo que van a encontrar son turistas, profesionales liberales y empresarios con puro que, salvo excepciones, tampoco pisan el IVAM.
La tímida campaña institucional para fomentar nuevas aficiones Entra en el ruedo, en la que participó el conocido dibujante Daniel Torres, cosechó bien pobres resultados, y si hoy pueden verse más jóvenes en los tendídos el mérito hay que atribuírselo a eso que llaman signo de los tiempos, a las propias cualidades intrínsicas de la fiesta y al atractivo que unas cuantas docenas de señoritas encuentra en la nueva generación de toreros guapos, famosos, ricos y valientes.
La autogestión ha pasado y poco es lo que ha dejado. Hasta parece que con su fin, con la vuelta del coso de la calle Játiva a manos privadas, se haya reducido la presencia de sociatas y clase política en general al palco, tendidos, y en ese callejón donde se dice que empezó Antonio Asunción, expresidente de la Diputación taurino-autogestionaria, su paseíllo triunfal hacia la Dirección General de Instituciones Penitenciarias de la mano de Múgica. Codo con codo compartieron allí tardes de gloria y menos gloria, cuando vivían sin el temor de que algún juez diese un pase largo, demasiado largo, a cualquier ultraderechista encarcelado.
Babelia
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