Una 'Celestina' sin emoción
La Célestine de Antoine Vitez no convence, esa es la verdad. Errores, alguno de ellos garrafal, sumados a la sensación de fatiga -la función empezó a las 10 de la noche para terminar a las 2,40 de la madrugada- hicieron que parte del público empezase a desfilar antes del término del espectáculo. Finalizado éste, se escucharon discretos aplausos y varios silbidos.Vitez se plantea el texto de Rojas como una obra-enigma, una gran reserva metafórica en la que domina el pacto con el diablo, dentro de un contexto religioso deformado y netamente blasfematorio.
La escenografía es una escalera de cerca de cuarenta escalones que une las fauces de Plutón con el Paraíso, representado por la iglesia de la Magdalena a la que acude a rezar el joven Calisto para obtener los favores de Melibea. Un decorado naïf, de unos doce o quince metros de altura, en medio del cual se hallan situadas las respectivas viviendas de Calisto, de los padres de Melibea, y de Celestina y sus pupilas. Esa es la isla que la "vieja puta" envuelve, embala con su hilo.
La Celestina
De Fernando de Rojas, versión francesa de Florence Delay. Intérpretes Lambert Wilson, Valérie Dréville, Roger Mirniont, Jeanne Moreau, Christine Fersen, Olivier Cruveiller, Jean-Yves Dubois, Elisabeth Catroux, Catherine Ferran, Muriel Mayette, Jean-Louc Boutté, Olivier Cruveiller y Eric Frey. Dirección: Antoine Vitez. Festival de Aviñón (Cour d'Honneur), 12 de julio
La primera parte del espectáculo lo domina netamente Celestina (Jeanne Moreau). Una Celestina que no para de andar -"la judía errante", como apunta Vitez-; una Celestina que tiene una fuerza y una presencia indiscutibles , pero que en la escena capital -así la ve Vitez- de la perversión de Pármeno (Jean-Ives Dubois); cuando esboza el antimundo -el falansterio de la fornicación-, opuesto al mundo de la virtud, el honor y la riqueza de los padres de Melibea, no logra emocionar. La escena pasa sin más, se pierde, totalmente plana. El diálogo de Calisto (Lambert Wilson) y Sempronio (Roger Mirmont, un Sempronio excelente) es, sin duda, lo más logrado de esta primera parte, amén del trabajo general de la Moreau, que está también espléndida en su entrevista con Melibea (Valérie Dréville).
Escena forzada
La segunda parte funciona bastante bien hasta el asesinato de Celestina. Las cosas empiezan a empeorar después de la muerte de Calisto. Melibea asciende hasta lo alto de la escalera y desde allí se sincera con su padre. Escena totalmente forzada, que se pierde en la Cour d'Honneur -tal vez cuaildo se ofrezca en un teatro, como el Odéon, sea más digerible-, y en la que no sólo no se roza sino que se acaba por caer, netamente, en el ridículo cuando, después de anunciar su deseo de reunirse con su amado Calisto, la muchacha se despoja de su ropa, queda completamente desnuda (el inevitable "¡Bravo!" de más de un espectador no se hizo esperar), y abre lo que para muchos no fue otra cosa que la puerta de... la ducha. El suicidio de Melibea no está resuelto; peor aun: invita a la carcajada. Es incomprensible como Vitez no haya caído en ello.
Muerta la chica, la función concluye con el discurso mortuorio y esclarecedor, en cuanto ilumina la obra, de su padre Pleberío (Jean-Luc Boutté, socio de la Comédie y gran actor). Un discurso que tal vez debería acortarse y que hay que decirlo con todo el dolor que se desprende de la voz del actor. Ese final tiene que impresionar; no ha de oirse ni una mosca, y lo que de ningún modo puede oirse -y por desgracia se escuchó- es un silbido.
La Célestine de Antoine Vitez tiene que plantearse algunos serios cambios antes de llegar a Barcelona (Teatre Grec, del 28 al 30 de julio), donde se encontrará con un público no familiarizado con el texto francés, y donde La Celestina de Rojas siempre se ha dado en formatos más "soportables".
[Una vez redactada esta primera impresión crítica sobre el montaje, se nos confirma que el papel de Pleberio será interpretado en Barcelona por el propio director, Antoine Vitez].
Babelia
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