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Carlos Puebla, el juglar de la Revolución cubana falleció a los 72 años

Carlos Puebla, el que desde 1959, año del triunfo de la Revolución castrista en Cuba, se convirtiera en su cantor y embajador artístico en todo el mundo, falleció el martes en La Habana después de una enfermedad que le mantuvo apartado de la actividad musical los últimos años.Nacido en Manzanillo -oriente de Cuba- en 1917, se dedicó prontamente a la canción, componiendo a lo largo de su vida unos 2.000 títulos, todos ellos dentro del son tradicional cubano.

En España, donde vino en varias ocasiones desde 1977, actuaba siempre acompañado del conjunto Los Tradicionales, con un insospechado éxito en aquellos primeros años de apertura política. Canciones como Y en esto llegó Fidel, Rompiendo las relaciones, Ché Guevara o El son de la alfabetización, cuyos meros títulos pueden sonar hoy a arqueología política, hicieron las delicias de progres y comprometidos que asistían a sus conciertos con el mechero o la cerilla encendida y en alto.

Carlos Puebla defendió su condición de cantor de la revolución con argumentos tajantes: "No inventamos canciones, le ponemos música a la historia", gustaba de decir. Los Tradiconales hicieron música junto a él por más de 30 años, utilizando siempre los ritmos folclóricos de la isla, fundamentalmente la guaracha. Puebla reconocía esta filiación folclórica y la mezcla de que procedía: "Toda mi obra se basa en ritmos de Cuba, ritmos que tienen algo de España y algo de África. En ellos introducimos los problemas del pueblo cubano, que son los problemas del subdesarrollo".

Impulsor del movimiento de la nova trova cubana, tanto Pablo Milanés como Silvio Rodriguez, sus máximos exponentes, han mostrado siempre agradecimiento al maestro de La bodeguita del medio, cuyas sencillas adaptaciones del folclore a contenidos actuales, serían el principio de sus trabajos.

La bodeguita del medio es el nombre del restaurante cubano en el que Carlos Puebla amenizaba los mojitos de hierbabuena y ron, en los años cincuenta, de los que disfrutaba el escritor norteamericano Hernest Hemingway.

Hoy La bodeguita del medio permanece en silencio, como a la espera de aquella señal que Puebla daba al interpretar su epitafio al Che, la canción Hasta siempre: ¡Que suene el son!

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